El domingo pasado celebramos el Día de la Madre. Para muchos fue un momento de flores, llamadas y abrazos. Para otros, un día removido, de ausencias, de recuerdos o de silencios. Lo cierto es que ser madre —y tener una madre— es una de las experiencias más profundas y transformadoras que vivimos. Y hoy quiero invitarte a mirar esta relación desde un lugar distinto, que va más allá de lo que vemos.
¿Y si no fuera casualidad? ¿Y si los hijos eligieran a sus madres desde antes de nacer? ¿Y si tú también elegiste a la tuya?
Cada vez más personas sentimos que hay algo más en la maternidad que simplemente traer hijos al mundo. Desde la espiritualidad, se habla de pactos de Alma: acuerdos que hacemos antes de encarnar, en los que decidimos con qué personas compartir ciertas experiencias clave para nuestro crecimiento personal y espiritual. Y ahí están nuestras madres. Y ahí están nuestros hijos.
No se trata de idealizar. Hay madres ausentes, exigentes, amorosas, sabias, inmaduras, presentes o lejanas. Y también hay hijos que llegan a nuestras vidas de formas inesperadas, con desafíos, con luz, con un mensaje que aún no comprendemos. Cada vínculo es una oportunidad para crecer y avanzar.
¿Y si hay un para qué en cada elección?
Yo lo creo profundamente: los hijos nos eligen. Y lo hacen no porque seamos perfectas, sino porque, desde el Alma, hay algo que tenemos que vivir juntos. Una lección, una emoción, una sanación. Lo mismo pasa al revés: tú elegiste a tu madre porque ella tenía lo que tu Alma necesitaba experimentar, aunque a veces cueste verlo y entenderlo.
¿Has pensado alguna vez qué te vino a enseñar tu hijo?
¿O qué parte de ti se despertó cuando llegó a tu vida?
La maternidad nos atraviesa el cuerpo, el corazón, la identidad. Y también nos confronta. A veces no es fácil. A veces no nos reconocemos en esa versión nuestra que grita, que se cansa, que duda. Pero justo ahí está el aprendizaje más grande: recordar que no se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo consciente.
Cuando miro a mis hijas, me gusta imaginar que, en algún lugar del Universo, antes de bajar a esta vida, ellas me miraron a los ojos y dijeron: «Te elijo. Quiero vivir esta experiencia contigo.»
Y yo, desde mi Alma, respondí: «Gracias, gracias, gracias por elegirme.»
Y entonces empezó este viaje juntos.
La maternidad, entendida desde el Alma, no es posesión ni sacrificio. Es acompañamiento. Es sostener, guiar, y también permitir. Es confiar en que cada hijo viene con su camino, su sabiduría, su proceso.
Como en cada artículo que comparto contigo, te invito a reflexionar:
¿Estás acompañando a tu hija o hijo desde el amor o desde el miedo?
¿Desde la conexión o desde la exigencia?
Y tú, como hija o hijo, ¿puedes mirar a tu madre con amor y comprensión?
¿Puedes reconocer lo que su presencia o su ausencia han activado en ti?
Sé que estas preguntas no siempre tienen respuestas inmediatas. Pero abrir ese espacio de reflexión ya transforma.
Celebrar el Día de la Madre, más allá del regalo o del mensaje, puede ser una oportunidad para mirar esta relación con más conciencia. Tal vez agradecer, tal vez perdonar, tal vez simplemente honrar el camino recorrido. Porque ser madre no es solo traer hijos al mundo. Es abrir el corazón de una forma que ya no tiene marcha atrás. Y ser hija o hijo, desde esta visión, también es un acto sagrado: es decirle sí a una experiencia elegida desde lo más profundo.
Lo más bonito es que, desde aquí, no hay error posible.
Tu hijo te eligió.
Tú elegiste a tu madre.
Y todo lo que estamos viviendo juntos es perfecto, es como tiene que ser, tiene un sentido que, poco a poco, se va revelando.
Y tú ¿Cómo vives la maternidad?
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.