En los últimos meses beber orina se ha establecido como uno de los pináculos de las pseudoterapias que abarrotan Internet. Usuarios de TikTok que se hace llamar 'terapeutas' fermentan su propia orina durante meses, y luego se la beben. Otros se la aplican sobre la piel y alegan que es la fuente de la eterna juventud. Algunos llegan al extremo de inyectársela como parte de un supuesto tratamiento inmunológico y desarrollan graves infecciones
Estos supuestos 'expertos' en salud y longevidad carecen de formación científica y basan sus métodos en falacias. Una de esas justificaciones sugiere que el feto, en el útero materno, se alimenta del líquido amniótico y de su propia orina, y por eso no contrae enfermedades. Esta es la típica falacia causa-efecto: se asume que una cosa es la causante de otra simplemente porque sucede antes en el tiempo, sin pruebas sólidas de que realmente exista una conexión causal.
El Ministerio de Sanidad, en su página web, recoge una serie de 'terapias' sin base científica, incluida la orinoterapia, junto con otras 72 pseudoterapias más. Alegan que no existe ninguna base científica que confirme las ventajas de beber orina. Es más, beber orina puede producir alteraciones gastrointestinales debido a la sensibilidad de la mucosa. También puede producir infecciones, una reacción lógica si tenemos en cuenta que la orina se compone de sustancias que el cuerpo desecha. También puede producir sobrecarga renal, ya que estamos sometiendo al sistema a un trabajo doble, es decir, volver a desechar lo que ya se desechó.
Beber orina en situaciones de superviviencia puede resultar contraproducente, al igual que beber agua salada, ya que el cuerpo necesita utilizar agua para desechar el líquido ingerido, con lo que puede llevarnos a estar más deshidratados.
Los primeros escritos sobre orinoterapia se remontan a la época de los romanos. En algunos escritos de Plínio se detallan los beneficios de beber orina, no solamente la humana, sino la de algunos animales, como por ejemplo el lince. Se le atribuían propiedades mágicas y curativas de todo tipo, todo ello sin base científica, igual que ocurre ahora. Lo paradójico es que, en la era de la información, haya gente que siga doctrinas y pseudoterapias sin base científica, prácticas refutadas hace cientos de años, que pueden acarrear graves perjuicios para nuestra salud. Y, lo que es peor, que lo difundan en redes sociales para que otras personas lo repitan, algo parecido a cuando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, recomendó a sus seguidores que bebieran lejía como tratamiento preventivo contra el coronavirus, y que provocó decenas de ingresos hospitalarios en los días posteriores.
El Ministerio de Salud recomienda que los ciudadanos comprueben si las 'terapias' difundidas en Internet cuentan con base científica, ya que, en muchos casos, muchas de estas soluciones mágicas son en realidad una simple estafa.
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