Solemos comprar la carne picada a nuestro carnicero de confianza o en las cómodas (pero poco ecológicas) bandejas del supermercado. Pero puede ocurrir que en alguna ocasión prefiramos picar nosotros mismos la carne en nuestra cocina.

Si picamos carne en casa, nos aseguramos del tipo de carne que estamos comiendo y garantizamos su frescura. Además, podemos aprovechar las sobras para hacer otras preparaciones y controlamos la cantidad exacta que vamos a consumir, para no tener que tirar nada.

Entre las ventajas de la carne picada está que ofrece una mayor intensidad de sabor y que absorbe mejor todo tipo de salsas o aderezos que utilicemos al cocinarla. Además, picar la carne en casa nos permite ponernos creativos y añadir a la carne los elementos que se nos ocurran para hacer una mezcla única.

Pero en el monte de la carne picada no todo es orégano. Ocurre que al no tratarse de una pieza entera de carne, el resultado, nuestra picada, pierde el aroma con facilidad. Además, como la superficie de oxidación es mayor que en una pieza de carne entera, las bacterias atacan con mayor velocidad.

Si elegimos picar carne en casa debemos tener varias cosas en cuenta, desde el tipo de carne que vamos a utilizar, pasando por el utensilio de picado o, como decíamos por las bacterias, su conservación. A este respecto, recuerda que la carne picada aguanta 3 días en el frigorífico como máximo. En el congelador, no más de 3 meses.

El tipo de carne (ternera, cerdo o pollo) que emplearemos depende de la receta que vayamos luego a cocinar:

Albóndigas. Si las queremos hacer de ternera, usaremos paleta o falda. Si es cerdo, mejor la espaldilla. En el caso del pollo, la pechuga.

Hamburguesas. Cortes magros, con cerca de un 20% de grasa. La ternera es lo habitual: de la parte del lomo –con vetas de grasa– o la paletilla. También podemos hacerlas con carne de pollo, de espaldilla de cordero o de cerdo.

Salchichas. La espaldilla de cerdo es la parte más adecuada y cualquier corte de la ternera, sobre todo del pecho.