La socialización es una las piezas fundamentales dentro del desarrollo de todos los niños que, además, va estrechamente ligada a otros importantes aspectos como el desarrollo cognitivo, el físico o el afectivo. Todos ellos forman parte del mismo engranaje. Un correcto desarrollo social ayudará al pequeño a integrarse en el entorno, a desarrollar habilidades de comunicación, a mejorar su autoestima para trasladarlo luego a su vida adulta y a potenciar su aprendizaje, primero con sus padres y luego con otros niños.

Sin embargo, ¿a partir de qué edad empieza a ser beneficioso para un niño relacionarse con sus iguales? Aunque en la sociedad occidental es costumbre que un alto porcentaje niños asistan desde muy pequeños a escuelas infantiles o ludotecas y se haya establecido que el contacto con otros bebés es beneficioso y fomenta la socialización temprana, lo cierto es que está comprobado que esta interactuación con el entorno y con los demás no puede producirse hasta que el niño empieza a tener autoconciencia de sí mismo. Algo que comienza a ocurrir, aproximadamente, alrededor del año y medio.

Como señalan en la prestigiosa serie documental británica Baby Human, ganadora de prestigiosos premios televisivos: «A medida que los niños se desarrollan comienzan a integrar el conocimiento de sí mismos con el conocimiento que reciben de aquellos a quienes se aproximan (...). Dicha relación constituirá una base segura en su exploración física, emocional y social. Para que la autoconfianza emerja el niño ha de tener una autoconciencia o conciencia de sí mismo la cual aparece en una etapa muy concreta de su desarrollo y la autoconciencia es un elemento esencial para llegar a convertirse en un ser social pleno». Lo cual viene a decir, básicamente, que no podemos pedirle a un niño que interactúe con otros niños hasta que él mismo no tenga conciencia de su propia existencia como niño.

Ese aprendizaje sobre ellos mismos es normal que se inicie al lado de los padres, que son sus modelos y referentes, y solo un poco más tarde, cuando el niño alcanza los tres o cuatro años, se encuentra verdaderamente preparado para socializar y empezar a tener contacto de una manera regular con sus semejantes de edad. ¿Por qué es éste el mejor momento? Porque en pequeño ha alcanzado en esta etapa una maduración idónea para interactuar. Por un lado, la riqueza del lenguaje es mucho mayor, va dejando atrás la etapa de las rabietas, controla mucho más sus emociones y, sobre todo, porque aparca la visión egocéntrica que tenía hasta ahora (donde él era el centro del universo) para desarrollar la empatía hacia los demás. Obviamente, el niño va a tener contacto con otros niños desde mucho antes, pero hay que dejar que sea él y no nosotros quien decida hasta dónde quiere llegar y aproximarse a ellos.

Otro aspecto muy importante a tener en cuenta en esta inicio de la socialización del niño con sus iguales pasa por ser conscientes de que no se puede establecer una edad concreta o idéntica para todos los niños. Al igual que no todos comienzan a andar o a hablar con los mismos meses, lo mismo ocurre con su capacidad para entablar lazos con los niños de su entorno. El proceso debe iniciarlo el niño de forma natural y los padres deben respetar sus ritmos.

Dicho esto, tanto la Asociación Española de Pediatría (AEPED) como la American Academic of Pediatrics (AAP) establecen los siguientes hitos en el desarrollo social de los niños:

En este momento el niño toma esa autoconciencia de sí mismo y comienza a entender que hay otras personas más allá de las de referencia (papá y mamá). Los niños van a acercase ya a otros niños pero no socializan sino que lo que hacen es lo que se denomina ‘juego en paralelo’, es decir, no unos con otros sino unos junto a otros. Es más habitual que llame su atención el juguete con el que se entretiene otro niño e, incluso, que intente imitarle, sobre todo, si se trata un niño mayor.

Con dos años, el niño sigue siendo un ‘egocéntrico’. El mundo gira alrededor de él, se encuentra en plena etapa de las rabietas y no empatizan con sus semejantes (es frecuente que se quiten juguetes o se empujen sin entender las consecuencias que puede provocar). Sin embargo, éste también es el momento en el que despega el juego simbólico: jugar a acostar a sus muñecos, a sacarles de paseo, darles de comer... Reproducen o imitan lo que hacen los mayores y esto es un aprendizaje altamente beneficioso para la socialización con otros niños que arrancará en breve.

Este es el momento en que los pequeños van a dar el salto de un 'juego en paralelo' a lo que se denomina 'juego cooperativo'. El niño ya es más independiente y empieza a demostrar interés por probar cosas nuevas y experimentar situaciones y sensaciones con otros niños. Es la etapa en la que deja volar la imaginación, la inventiva y la fantasía. Además, empieza a ser capaz de resolver por si solo los conflictos que pueden surgir con otros niños y entender sus sentimientos gracias al desarrollo de la empatía.

En esta etapa, los niños van a dar un paso de gigante. Es el momento de compartir aficiones, gustos y juegos con los amigos. Les gusta, lo disfrutan y les hace sentir bien.