Once elementos de los que deberíamos prescindir en el salón.

Es el lugar al que apetece llegar cada tarde para descansar tras una larga jornada laboral, donde podemos reunirnos con familia y amigos para disfrutar de una agradable conversación, que disfrutamos más en días libres y que en ocasiones (sobre todo en estos tiempos de pandemia) nos toca aprovechar para actividades menos habituales como trabajar o estudiar. Pero, ¿le sobra algo para ser perfecto? Estos son algunos elementos a erradicar para conseguir el salón diez:

Ha llegado el momento de ponerse serio con la nostalgia. ¿Hay mandos a distancia en los cajones que no sabemos a qué aparato corresponden? ¿Viejos reproductores de DVD que ya no se usan desde que nos pusimos Netflix o HBO? ¿Una cadena de música obsoleta en la que solo funciona la radio? Dales las gracias por los servicios prestados porque... arrancan las 'nominaciones' para salir de casa por la puerta grande.

Respondamos algunas preguntas clave. ¿Utilizamos alguna vez la vieja enciclopedia de nuestra infancia? ¿Tiene algún sentido acumular todos esos números antiguos de revistas de moda o decoración que nunca ojeamos? ¿Hemos vuelto a ver una película en deuvedé desde tenemos la plataforma de cine bajo demanda? ¿Y los cedés? ¿Suenan alguna vez desde que ponemos música desde el portátil? Si el ‘no’ es mayoría ha llegado la hora de revisar muebles y estanterías y eliminar todo lo superfluo.

Ya lo decía la popular canción de Vainica Doble: ‘Todo está en los libros’. Tan cargante es un salón lleno de cosas que no se utilizan como deprimente otro repleto de estanterías que no han encontrado ‘habitantes’. Si uno se decanta por poner librerías en esta estancia que se note, por lo menos, que somos aficionados a la lectura y las hemos comprado con una razón de ser (y de estar).

O, al menos, el elemento estrella del salón. Tener la televisión con más pulgadas del mercado no es sinónimo de elegancia ni de estilo ni de buen gusto. Sin embargo, hay soluciones de decoración muy ingeniosas para integrarla en esta estancia de una manera armónica como, por ejemplo, dentro de un mueble con puertas correderas o abatibles o colgada en la pared. Somos conscientes de que para mucha gente es un elemento de obligada presencia frente al sofá pero aprendamos a verla de otra manera.

Ni son necesarias media docena de mantas al lado de sofá ni sirven para nada todos esos cojines que acaban tirados en el suelo cada vez que nos apetece tumbarnos en él. Por no hablar de las antiestéticas fundas del susodicho que tanto mal han hecho a los salones de toda la humanidad o los densos cortinones solo aptos para palacios de techos altos.

Seamos sinceros, las hay más o menos realistas pero es difícil que una planta de plástico termine por dar el pego acumulando, además, capas y capas de polvo que hacen todavía mas imposible que lleguemos a tomárnoslas en serio como elemento decorativo de primera categoría.

No convirtamos el salón el nuestro particular ‘salón de la fama’: mesas repletas de fotografías de los hijos y nietos, diplomas y orlas en las paredes que no interesan a nadie, trofeos deportivos en las estanterías, recuerdos y souvenirs de viajes... Quizás en otros tiempos, en 2020 su interés estético ha caducado.

Compartir el salón con los niños y que disfruten en él de horas de juego es algo completamente razonable pero convertirlo en una juguetería otra muy distinta. Llenar las estanterías de cajas de juegos o peluches, tener docenas de cestos repletos de muñecos o el típico mueble de Ikea para recogerlos, rompe desde el estilo mas clásico al mas vanguardista. Mejor llevárselos a la habitación de los más pequeños.

Antes de colocar los muebles de comedor pensemos en cuantas personas comen o cenan habitualmente en el hogar y analicemos cuantas veces tenemos invitados en casa a lo largo del año. Si las veladas son casi siempre cosa de dos y podemos contar los eventos con familia y amigos con los dedos de una mano (o de las dos), ¿tiene sentido acaparar más de la mitad del salón con una mesa de tamaño XXL o media docena de sillas? Seamos realistas.

La prueba del algodón. Basta con ponerse en la entrada del salón e intentar llegar al otro extremo. Si hay que apartar algún elemento de la decoración para alcanzarlo, está claro que sobran cosas y necesitamos crear zonas de paso menos estrechas. Un salón despejado da mayor sensación de amplitud y luminosidad.

Comprar todos los muebles combinados - las sillas con la mesa, la mesa con la vitrina, la vitrina con las estanterías...- o abusar de la misma tonalidad para todo - cojines, cortinas, alfombras, tapicería del sofá y sillas…- puede acabar convirtiendo el salón en un auténtico ‘engendro del diseño’. Compensa tardar más tiempo en decorarlo para encontrar esas piezas únicas y originales que darán un toque personal a la estancia. No a la decoración 'en serie'.