Cuando un debate va más allá de cuestionar que dos más dos sean cuatro conviene aplicar ese prudente aforismo que dice que casi nunca nadie tiene toda la razón y todos tienen casi siempre una parte. Pero en política, mundo en el que se discute hasta la más sencilla de las aritméticas, basta que una propuesta salga de un partido para que el resto la rechace, incluso a riesgo de hacer el ridículo. Esto es lo que parece que va a ocurrir con la limitación de mandatos que presenta Ciudadanos, cambio legal que no apoyarán los demás parlamentarios, mostrando una coincidencia que sorprende en lo que más importa, el sentido del voto. Pues a mí me parece que la rotación obligada de los cargos públicos implicaría importantes beneficios, y para todos por igual. Por solo citar lo primero que me viene a la cabeza, es buena en sí misma para minorar dos peligros que proliferan sin pausa cuando el tiempo pasa sin nuevas caras: la tendencia al autoritarismo y el cáncer de la corrupción. También es cierto que la renovación de dirigentes a plazo fijo facilita la formación de expectativas entre los aspirantes, creando la posibilidad de que nuevos colectivos se incorporen a lo público, pienso en las mujeres, y también en una juventud que, sin duda, abordaría las reformas con mayor osadía. Supongo que PP, PSOE, MES y Podemos sospechan que los futuros candidatos de Ciudadanos tienen previstas cirugías faciales para parecer otros siendo los mismos pues, de lo contrario, que partidos tan distintos se nieguen a esta idea solo hace pensar en que coinciden a la hora de mantener los vicios más caducos de la vieja política. Las leyes que tenemos han envejecido mal y cualquier oportunidad de reformarlas debe analizarse leyendo las propuestas, no solo el partido que la firma. Tan verdad es que la limitación nos ha robado a Obama como que Trump, si dura, solo podrá estar ocho años. Ánimo, que ya queda un día menos.