Hoy en Formentera los chefs estelares se han lanzado a la conquista del sur de la isla, provocando la expulsión de los autóctonos. Para quien no conozca la isla, en la zona de Migjorn están los restaurantes y chiringuitos típicos de comida de chancletas, paellas y mondadientes. Los que tienen las estrellas en el cielo. Los del carajillo y las hierbas que ayudan a digerir la felicidad mientras los hijos juegan cerca, entrando y saliendo de la playa, a veces mojados, sin que nadie se altere por eso. Los que tienen unos precios que permiten que los camareros te conozcan por el nombre. Los que dan trabajo a familias dando de comer a familias.

Restaurantes que funcionan desde hace décadas, con ilusión y mucho de esfuerzo. Ahora todo esto se está acabando gracias a la conquista del Sur por otro tipo de establecimiento. El que ha bajado las estrellas del firmamento a los fogones, y las vende a 90 euros el cubierto. El que ya no admite a niños y menos si entran mojados. El que prefiere un tipo de cliente que digiere mejor las estrellas si no tiene cerca a alguien como yo. Es gente que no participa del talante de vida que ha hecho a Formentera universal. Turismo de barco grande, que fondea demasiado cerca, garreando la posidonia. Turismo que no compra pan ni diarios, ni libros, ni juegos ni alpargatas, porque solo está 2 días y baja poco a tierra. Este año he estado en Migjorn y he sabido que tres restaurantes a los que llevamos dos décadas yendo tienen que cerrar, no porque que no vayan bien, sino porque ya no les renuevan el alquiler. La razón: hay alguien nuevo en la isla, dispuesto a pagar mucho más para dar de comer estrellas, en lugar de dejarlas en el firmamento.