El carril rápido que mañana se pone en marcha en Son Sant Joan bien se podría extender al resto de aeropuertos de las Illes Balears. Pronto lo podríamos ver en es Codolar, donde cobraría sentido en los meses de temporada alta. El ‘invento constituye no sólo una hábil manera de sacar dinero a los usuarios y a las compañías aéreas, sino también una forma de curarse en salud ante eventuales protestas durante los atascos veraniegos en las colas de la zona de control. Si un pasajero desea ser atendido ágilmente, que pague el suplemento y atraviese el fast lane. Y si no desea abonar un suplemento, que no se queje si el servicio se deteriora.

Preocupante. El aeropuerto es la primera y la última impresión que se llevan los turistas al llegar a nustras islas. Su imagen ha de ser seria e impoluta en nombre del interés general. Establecer supuestos servicios suplementarios de pago atendiendo a criterios de aumentar la rentabilidad estropean esta imagen. Cuando se abre la puerta de establecer nuevas fórmulas tarifarias no demasiado acordes con el sentido común, al final no se sabe hasta dónde se puede llegar. Y más en un aeropuerto, donde el cliente está sujeto a una ordenación estrictamente reglada a la que se debe adaptar obligatoriamente.

Instalaciones rentables. Lo más curioso es que tanto el aeropuerto de Palma como el de Eivissa son los más rentables del Estado. Ello hace pensar que AENA aprieta las clavijas en sus instalaciones más eficientes precisamente para compensar las pérdidas en otras infraestructuras donde no cabe ni pensar en colas porque tienen pocos usuarios. No es justo que un buen servicio tenga que caer en la discriminación de pasajeros que tienen que pagar para no soportar colas. La privatización parcial de AENA, sin duda, influye en la implantación de criterios de obtención de mayor rédito. Pero un buen funcionamiento –sea público, privado o mixto– pasa por conseguir la mejor satisfacción posible de los usuarios. Eso es lo que garantiza el futuro y no los suplementos de la rapidez selectiva.