Los años de crisis tienen efectos dolorosos sobre los segmentos más desfavorecidos de la sociedad o entre personas que por su preparación o empuje prefieren establecerse en otros países donde se les ofrecen mejores oportunidades. Entre 2009 y 2015 se ha doblado el número de residentes en el Archipiélago que se han establecido en el extranjero. La cifra total supera las 27.000 personas. Teniendo en cuenta el número total de la población no se trata de una cantidad excesivamente grande, pero sí significativa de que Balears ha tocado techo y ya no puede ofrecer trabajo a manos llenas como antes de la depresión económica.

Incluso para los nativos. Es llamativo que también se ha incrementado el número de personas nacidas en el Archipiélago que se han marchado, bastantes más que en 2009. Este hecho recuerda, aunque en menor escala, las diásporas de los años 40 y 50 del siglo pasado, cuando muchos isleños se marchaban a Lationamérica o posteriormente a Alemania en busca de un futuro mejor. La diferencia con la actualidad es que ahora son jóvenes con un buen currículum académico los que prefieren partir cuando unas generaciones atrás lo hacían los baleares con menor formación.

El grueso aguanta. En todo caso, el aspecto más significativo de estos movimientos migratorios es que el grueso del enorme tejido social balear resiste. Hay que tener en cuenta que la llegada de extanjeros, muy a menudo extracomunitarios, ha sido impresionante en los últimos tres lustros, con un incremento de más de 150.000 personas entre el 2002 y el 2009. Poca sociedades son capaces de absorber un alud de estas características teniendo en cuenta las limitaciones geográficas y demográficas de Balears. Una parte se ha marchado desde el 2009 hasta ahora y la avalancha de recién llegados se ha frenado, pero lo cierto es que un territorio reducido absorbe más de un millón de personas. Se trata de todo un récord en tiempos de vacas flacas.