La participación de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en un acto de presentación de candidaturas del Partido Popular en Mallorca se ha ceñido a los cánones electoralistas del momento exhibiendo el triunfalismo habitual de las formaciones políticas cuando afrontan un compromiso con las urnas. Sin embargo, la cita ha resultado decepcionante para el conjunto de los ciudadanos de las Illes Balears, ya que la vicepresidenta no ha hecho ninguna alusión a los problemas que todavía tiene pendientes esta comunidad autónoma, entre los que figura de manera prioritaria el déficit que soportan en materia de financiación autonómica.

Responsabilidad compartida. Sáenz de Santamaria no puede glosar la gestión del Govern que preside José Ramón Bauzá orillando el incremento del déficit público que lega en las cuentas de la Comunitat, el cual es justificado desde el propio Consolat de la Mar por el castigo financiero al cual le somete el Estado. Por eso el silencio de la vicepresidenta adquiere un especial significado, y más cuando participa en un acto de presentación de candidaturas del PP. Era el momento idóneo para plantear la cuestión, y no sólo ante su militancia, también ante la sociedad balear que es la agraviada.

El miedo como estrategia. Además de esquivar el tema de la financiación, sorprende que la argumentación del PP ante los próximos comicios del 24 de mayo se basen en el miedo a la alternacia política. Utilizar estas tesis revelan que en las filas conservadoras, y por extensión sus dirigentes, se ha instalado la desconfianza en revalidar, aunque fuese de manera ajustada, la mayoría –entonces muy holgada– que lograron en 2011. Recurrir a los fantasmas sobre los supuestos efectos perniciosos de la izquierda –que también se presenta muy fragmentada– deja en evidencia que el PP, a cinco semanas de las elecciones, no encuentra mensajes convincentes que hacer llegar a la sociedad.