Era de esperar que en un ambiente de puente vacacional y en un día de clima primaveral agradable los sindicatos congregasen a poca gente en sus diferentes manifestaciones. No más de 250 asistentes en la manifestación celebrada en Vila dice mucho de la pérdida de capacidad de convocatoria de estas organizaciones, sobre todo cuando no hay de por medio reivindicaciones concretas urgentes que preocupen de verdad a la gente.

La mirada puesta en el 24. Tanto los organizadores como los que asistieron parecía que tenían la mirada más puesta en las próximas elecciones autonómicas y locales que en celebrar el día de los trabajadores. Se vio claramente en los discursos de los portavoces de las principales centrales, donde el mensaje que se transmitió fue pedir un cambio político en el Govern balear y en las principales instituciones. Los sindicalistas cumplieron con su papel al exigirlo, pero con un entusiasmo no excesivamente caliente dada la escasa participación. El pulso de verdad comenzará muy pronto con el inicio de la campaña electoral. Lo de ayer fue un tímido aperitivo de lo que puede acontecer cuando sean los partidos políticos y no los sindicatos quienes tomen la iniciativa de llamada a las urnas.

La depresión sindical. Las principales centrales, comenzando por CCOO y UGT, tan potentes y con tanto poder de convocatoria unas décadas atrás, tienen que hacer un serio examen de reflexión de porqué cada vez tienen menos afiliados y seguidores. Deben ir con mucho cuidado para no convertirse en una burocracia poco ágil a la hora de ofrecer respuestas y soluciones a los trabajadores. Por muy buena temperatura que haga y por mucho puente que invite a salir de las ciudades, en otros tiempos sería impensable una participación tan baja. Los sindicatos tienen que saber mirar a los nuevos tiempos y a las inquietudes de las generaciones jóvenes, azotadas por el paro. De lo contrario corren el riesgo de quedar rezagadas respecto a la dinámica social actual.