Cuando apenas quedan unas horas para la elección del nuevo alcalde de Palma, los partidos de izquierda –PSOE, Més y Podemos– no logran configurar una mayoría estable para el gobierno de la institución durante los próximos cuatro años. Otro tanto ocurre en el Govern. La designación de los cargos de la máxima responsabilidad bloquea unos acuerdos que en el terreno programático no han generado diferencias irresolubles, entre otras razones porque las bases y los dirigentes de las diferentes formaciones plantean vetos que sólo pueden entenderse desde una perspectiva electoralista; desde el juego interesado ante la convocatoria de las próximas elecciones generales. La situación actual dista mucho de la pretendida por los ciudadanos que dieron su apoyo a las formaciones progresistas el pasado 24 de mayo.

Recelos y personalismos. La izquierda balear no es capaz de superar la desconfianza que les genera sus inevitables socios frente al Partido Popular, mantiene una actitud recelosa ante los que se consideran, todavía, adversarios de un mismo espacio ideológico. El cruce de recelos y exigencias entre PSOE, Podemos y Més –sólo superadas por el objetivo común de desalojar a los conservadores del poder– está derivando en un espectáculo del que más pronto que tarde pueden acabar siendo sus propias víctimas. Los personalismos se están imponiendo en unas negociaciones cuyo marco quedó bastante definido en las urnas, una dinámica que debilita cualquiera de las opciones que se barajan como salida al tapón actual de las negociaciones.

Generosidad política. Sólo un elevado grado de generosidad por parte de todos los actores permitirá superar la crisis institucional que se vislumbra, la capacidad de anteponer los intereses del conjunto de la ciudadanía dará también la medida de la talla de los dirigentes implicados. Balears precisa de gobiernos estables y capaces de ofrecer soluciones a los problemas de todos los estamentos sociales, no trabajar en esta línea asegura el fracaso.