Apenas han transcurrido veinticuatro horas y el entendimiento que pretendía transmitir la foto de los tres líderes implicados en el pacto de gobernabilidad de Balears –Francina Armengol (PSOE); Alberto Jarabo (Podemos); y Biel Barceló (Més)– ha saltado por los aires. O no. Es más que probable que las desavenencias por el control del Consell de Menorca entre los socialistas y los ecosoberanistas acaben siendo superadas y, por tanto, el desencuentro actual es un episodio más de la negociación. En todo caso, de lo que no cabe duda es que las tensiones que trascienden de las negociaciones en nada ayudan a la necesaria estabilidad institucional que precisa Balears, y eso cuando la legislatura apenas ha comenzado.

Responsabilidad colectiva. El atasco en el que se encuentra la formalización del pacto de izquierdas en Balears, uno de los aspectos en el que coinciden los tres partidos, es consecuencia de una lectura interesada de los resultados electorales. Las tres formaciones implicadas se obstinan en defender posiciones inamovibles cuando, y esto es una realidad, el paisaje político de las Islas ha cambiado de una manera radical, y no sólo con la derrota del PP. La defensa del diálogo es incompatible con la intransigencia de la que están haciendo gala los actuales interlocutores.

Elevado coste político. El clima de desconfianza en el que se mantienen los contactos no es, en absoluto, el más propicio para resolver las suspicacias y generar un proyecto institucional válido para Balears durante los próximos cuatro años. De no resolverse, ahora ya con urgencia, las posiciones antagónicas entre PSOE, Podemos y Més cualquier solución final estará afectada por una provisionalidad desde la que no se podrán atender con eficacia las necesidades ciudadanas. Además, el coste político de esta actitud puede trasladarse con rapidez al electorado en forma de frustación; circunstancia de la que ninguno de los tres partidos puede beneficiarse en los inminentes comicios generales.