El presidente regional del Partido Popular, José Ramón Bauzá, ha tenido que acabar claudicando ante la presión de las voces críticas que reclamaban su dimisión inmediata. La salida, en forma de dimisión, tendrá lugar dentro de dos semanas, cuando el dirigente conservador tenga en sus manos la designación de senador autonómico y los ‘barones’ de la formación decidan la persona que deberá hacerse cargo de la dirección hasta la celebración del próximo congreso; siempre después de las elecciones generales. Ése es el final político que se ha labrado el protagonista, con cuatro años de diferencia, de la mayor victoria y de la mayor derrota jamás lograda por el PP en Balears.

Triunfo y fracaso. Casi a modo de resumen, Bauzá es el ejemplo paradigmático de un político incapaz de gestionar el triunfo electoral que alcanzó en 2011 ni el fracaso de este 2015, despilfarró un enorme capital político –el PP gozó de amplias mayorías en las principales instituciones de las Islas– y no ha sabido buscarse un final digno al frente de la fuerza más potente del panorama político balear, de cuyo desastre sin precedentes él es uno de sus principales responsables. Aunque ante la opinión pública trata de argumentar luchas intestinas, deslealtades y decepciones personales, Bauzá cae derrotado y hundido por su propia torpeza; por su análisis delirante de la realidad que le ha estado envolviendo durante estos años y en el que ha acabado arrastrado a todos sus compañeros.

Nuevas incógnitas. Bauzá deja un Partido Popular herido y dividido, circunstancias desconocidas hasta ahora en este grupo político y que, por tanto, abre una etapa nueva de incierto futuro. La designación de la persona que le sustituya será el primer síntoma de la nueva dinámica en la que entre el PP, que deberá resolver a medio plazo inportantes candidaturas al Congreso y el Senado, además de la preparación de una convención trascendental tras el traumático final del mandato de Bauzá.