La incorporación militar de Turquía contra diversos enclaves del Estado Islámico cercanos a la frontera con Siria no pasa desapercibida en las cancillerías occidentales, en especial debido a que ha supuesto el fin del alto el fuego que Ankara mantenía con las milicias terroristas del PKK tras ser atacadas por unidades del Ejército turco. Una prueba de la preocupación internacional es la llamada de la canciller alemana, Angela Merkel, al primer ministro Ahmet Davutoglu, instándole a mantener abierto el proceso de paz con los representantes del pueblo kurdo al tiempo que condenaba las últimas acciones terroristas de sus grupos armados.

Fuera de control. El yihadismo no deja de avanzar en Siria, motivo por el cual la entrada en el escenario de operaciones de Turquía se podía interpretar como un factor añadido de castigo al Estado Islámico. Sin embargo, a la vista de los resultados de las primeras acciones, los objetivos de Ankara da la impresión que se reparten por igual entre el Estado Islámico y el PKK, organización que, también, lucha contra los yihadistas. Un triángulo de intereses complejo y de final incierto que podría acabar involucrando de manera muy seria a Estados Unidos y la mayoría de países europeos debido a que Turquía es miembro de pleno derecho de la OTAN.

Esfuerzos diplomáticos. La complicada sucesión de acontecimientos que se suceden en la frontera entre Turquía y Siria hacen inevitable la mediación diplomática internacional de manera urgente y a todos los niveles, entre otras razones para evitar la apertura de un nuevo frente bélico en la zona que dificultaría, todavía más, el control sobre las amplias zonas en las que está asentado el Estado Islámico. En este sentido, el papel de Estados Unidos en la zona es crucial para contener la ofensiva turca, aunque sólo sea para asegurarse de que los ataques al EI no son sólo un pretexto para recrudecer el problema kurdo y reactivar el terrorismo del PKK.