Ejercer un cargo público conlleva responsabilidades que algunos parecen no comprender. Es el caso de la vicepresidenta del Consell d’Eivissa, Viviana de Sans, quien esta semana ha tachado de «entrañable» el hecho de que una placa de asesinados durante la Guerra Civil situada en la Catedral la encabece el banquero Abel Matutes Torres. Una opinión censurable en cualquier persona, pero todavía más en alguien que representa una institución pública como el Consell d’Eivissa. Por si fuera poco, la líder de Podemos borró su tuit después de que un familiar del finado le reprochara el comentario en las redes sociales, cuando lo lógico hubiera sido asumir el error (todos somos humanos) y pedir disculpas. No fue el caso.

Asunto delicado. Han pasado casi ochenta años del inicio de la contienda que dividió a este país en dos mitades. Una guerra que también dejó sus cicatrices en las Pitiüses. Desgraciadamente, la historia es la que es, nadie puede cambiarla ni devolverle a las familias sus muertos. Por lo tanto, lo más razonable es dejar que descansen en paz y honrar su memoria, fueran del bando que fueran. Cuando se comenta aquel desgraciado capítulo histórico la gente suele hablar de vencedores y vencidos, cuando en realidad todos fuimos perdedores. Querer remover hechos pasados y hurgar en heridas no lleva a ningún lugar, y menos cuando hay cuestiones que son más importantes en el presente.

Representatividad. En esta ocasión, la señora De Sans ha olvidado que, además de ser la secretaria general de Podem-Eivissa, representa a toda la isla como vicepresidenta de la máxima institución insular. Un cargo que ostenta durante las 24 horas del día, aun cuando esté en su casa delante de un ordenador. Un hecho que sus compañeros de formación también descuidan muy a menudo y del que incluso alardean públicamente. Que no acudan a las misas más institucionales de las Festes de la Terra tiene un pase, pero que se burlen de los muertos no tiene justificación.