La historia de Francesc Ribas, el expolicía de Sant Josep acusado del asesinato de Karina Rosales, demuestra las carencias que tiene nuestra Justicia. Ribas fue declarado no culpable por un jurado y desde el mismo viernes disfrutó ya de la ansiada libertad tras permanecer nada menos que tres años en prisión. El jurado ha entendido que no había pruebas concluyentes contra Ribas para poder condenarle, mientras la Fiscalía solicitaba 12 años de prisión para el ya exreo. Ribas paseaba ayer por Sant Josep, hablaba y saludaba a los vecinos, y tiene la oportunidad de recuperar la vida que perdió hace tres años cuando se le acusó del asesinato de Karina.

Dos problemas. El propio Francesc Ribas ya insinuó durante el juicio que se habían producido errores en la investigación de su caso. Por eso él fue acusado y estuvo en prisión provisional durante tres años. Al final se ha demostrado que, efectivamente, no había pruebas concluyentes para, primero, mantener a una persona durante tres años en prisión y, en segundo lugar, que mientras Ribas ha estado en la cárcel por un asesinato que no ha podido demostrarse el posible culpable se encuentra en libertad. Nuestro sistema ha errado en la investigación del asesinato de la mujer y en el tratamiento penal que ha recibido Ribas. Si efectivamente no había pruebas definitivas, ¿cómo es posible que se mantuviese la prisión provisional del expolicía durante tanto tiempo? ¿No hubiese sido más razonable aplicarle la libertad condicional mientras esperaba el juicio?

El precedente. No hace falta irse muy lejos para recordar un caso similar al de Francesc Ribas. Martin Candioti, apicultor, pasó un año en prisión provisional y un juez le declaró inocente por el incendio de Morna, que arrasó 1.500 hectáreas en Eivissa en 2011. Aunque tuvo algo más de fortuna que Ribas, Candioti vivió un año en prisión y enfermó de gravedad durante todo el proceso, que seguramente vivió con ansiedad dando por hecho que sería condenado. Cuando alguien pasa uno, dos o tres años en prisión recibe un castigo que no merece, como son los casos de Ribas y Candioti, pero a la vez ya sufre la condena de la sociedad cuando ni siquiera ha sido juzgado. La Justicia, sin duda, tiene muchas carencias que deben resolverse. El caso de Francesc Ribas es una evidencia de que hay cosas que no funcionan.