La presidenta del Govern, Francina Armengol, anunció ayer que el nuevo emisario de Talamanca no estará listo el próximo verano. Armengol, que ayer visitó Eivissa, atribuyó este retraso a la ‘herencia recibida’, a la mala gestión de Bauzá y Company, y acusó al expresidente del Ejecutivo balear de engañar a los ciudadanos. Sea lo que sea, Talamanca merece un mayor respeto. Vecinos y comerciantes, que hasta ahora habían intentado mantener la calma, han anunciado posibles acciones ante Fiscalía.

Mucha confusión. La historia de Talamanca está envuelta de mucha confusión y excesiva politización. Algo tan simple como arreglar un tubo, sí, un tubo, lleva de cabeza a varias administraciones (Govern, Consell d’Eivissa y Ajuntament de Vila), pero el problema es que se sigue politizando y los vecinos no reciben ninguna respuesta satisfactoria. Ahora ya se habla del próximo verano cuando parecía que el proyecto había sido consensuado por vecinos y el anterior Govern de forma satisfactoria. Las fotografías tomadas en el Hostal Talamanca parece que fueron, según Armengol, pura pantomima. Porque el Govern de Bauzá, que había anunciado soluciones urgentes, ni siquiera inició el proyecto. Pero Armengol lo dejó claro: «No hay proyecto». Eso significa que el proyecto debe empezar de cero y las obras, cuando se hagan, no estarán para el próximo verano y quizás tampoco para el siguiente porque ya se sabe la lentitud de la Administración en cualquier tema que pone en marcha.

Lo pagará el Govern. Al menos la visita de la presidenta del Govern ha servido para confirmar que las obras del futuro emisario de Talamanca las va a pagar el Govern y no el Ayuntamiento de Eivissa, como llegó a plantearse meses antes de las elecciones a pesar de que el Consistorio no tiene competencias sobre la cuestión. Evidentemente, el tema de Talamanca se convierte ahora en un arma arrojadiza entre partidos políticos, en un argumento para recurrir a la herencia recibida que tanto gusta a algunos, pero, mientras, los vecinos y comerciantes siguen esperando soluciones. Pasan los veranos y, tras las buenas palabras, llega la realidad: que el verano que viene Talamanca volverá a estar pendiente de si el tubo, el maldito tubo, no se rompe y obliga a cerrar la playa.