La estrategia de Podemos de cara a las próximas elecciones generales, convocadas para el 20 de diciembre, se está centrando en la captación de figuras emblemáticas que encabecen sus candidaturas, personas de indudable prestigio social que validen la opción política que lidera Pablo Iglesias. Es el caso de José Julio Rodríguez, exjefe de la Junta de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), candidato por Zaragoza, y del magistrado de la Audiencia Provincial Juan Pedro Yllanes, que tenía que presidir el juicio del ‘caso Nóos’ con la infanta Cristina en el banquillo y que encabezará la lista de Podemos por la circunscripción de Balears. La querencia del partido de Iglesias por los jueces no es nueva, hace unos días trascendió el ofrecimiento, rechazado, realizado al juez Castro, instructor también del ‘caso Nóos’.

Opción personal. La decisión del juez Yllanes es perfectamente legítima, aunque genera inevitables suspicacias, en especial cuando tras su paso por la política –siempre a expensas del resultado electoral– regrese de nuevo a la judicatura. Lo sorprendente es el proceso de selección de candidatos que se está imponiendo en Podemos, que se sitúan en las antípodas de las fórmulas abiertas y participativas que proclamaban hace pocos meses sus dirigentes. Los círculos en los que está organizada la formación de Iglesias de la impresión que poco o nada tienen que decir en el momento de confeccionar las listas, donde da la impresión que se imponen criterios de impacto mediático sobre los de afinidad o coherencia ideológica.

Prestigio e independencia. No cabe duda que el fichaje del juez Yllanes da solvencia a la candidatura de Podemos, pero la trayectoria del magistrado supone un plus de independencia de criterio en su eventual labor en el Congreso; que no siempre puede coincidir con los intereses de la dirección política de su grupo parlamentario. Se abre por tanto una nueva etapa en el modo de representación en el Congreso, más personalista y alejada de la uniformidad en el voto. Una opción diferente.