La reunión de los ministros de Interior y Justicia de la Unión Europea ha finalizado con el acuerdo de reforzar, de manera inmediata, los controles en las fronteras exteriores. Los ataques yihadistas en París del pasado 13-N han marcado un serio punto de inflexión sobre el alcance, y consecuencias, de la libre circulación de personas por el interior de los países de la UE; de las bases de la construcción europea que se está poniendo en entredicho. Las autoridades galas son las que, como es lógico, se han mostrado más inflexibles de cara al fortalecimiento de las inspecciones fronterizas.

Más coordinación. Las matanzas de París quizá podrían haberse neutralizado en el caso de existir más coordinación policial, un eficaz intercambio de información entre los diferentes estados sobre la presencia y movimiento de individuos pertenecientes a organizaciones peligrosas o radicalizadas. Algunos de los cabecillas que actuaron en la capital francesa se trasladaron impunemente desde Bélgica, donde sí estaban identificados como individios «radicalizados». Una buen intercambio de datos podría haber evitado la masacre del 13-N, cuyo saldo de víctimas mortales ya ha alcanzado las 130, entre ellas un joven venezolano residente en Mallorca.

Reivindicar Schengen. Los veintiocho países miembros de la UE tienen que afrontar la solución de un problema grave, como es mantener y consolidar el principio de la libre circulación de bienes y personas en el interior del espacio comunitario, como sostiene el tratado de Schengen. Reforzar las fronteras exteriores es una simple medida coyuntural, la reforma estructural pasa por remodelar los protocolos de intercambio de información entre los diferentes países miembros; una documentación sensible que debe tratarse con cautela y precaución para evitar filtraciones interesadas. Defender los avances en la construcción europea debe ser una prioridad frente a los ataques del terrorismo.