Anoche finalizó una de las campañas electorales más atípicas de las últimas décadas, aunque muy marcadas por el impacto mediático de los líderes de formaciones estatales. La irrupción de nuevos partidos y la erosión de las dos grandes fuerzas hegemónicas han protagonizado buena parte del debate, incluso por encima de las cuestiones de fondo en la gestión del país durante la próxima legislatura. Del mismo modo que ya sucedió en los pasados comicios locales y autonómicos de mayo, la distribución de escaños en el Congreso y el Senado poco o nada tendrá que ver con la actual. Así lo intuyen las encuestas y así se percibe en la calle, con un notable interés por participar en la votación.

Atomización y diálogo. A medida que avanzaba la campaña electoral, los sondeos confirmaban la tendencia a la dispersión del voto, circunstancia que obligará, previsiblemente, a una nueva manera de hacer política en España; recuperando el entendimiento y el pacto de los partidos, al menos de los más afines ideológicamente. Las legislaturas de mayorías absolutas, del antagonismo sistemático entre los dos grandes partidos de ámbito estatal se vislumbra, a partir de este 20-D, como una etapa superada. Esta nueva manera de entender cómo se debe gobernar puede ser clave para desatascar algunos de los conflictos más graves con los que se enfrenta el Estado español –desde el soberanismo catalán a la corrupción política– a corto y medio plazo.

La voz de Balears. Sin embargo, en unas elecciones generales, los partidos de ámbito regional siguen teniendo serias dificultades para poder hacer llegar su mensaje al electorado, alejados como quedan de los grandes debates y de la atención de los medios de comunicación de cobertura estatal. Sus propuestas, ajustadas a las necesidades específicas de los ciudadanos de Balears, no pueden ser ignoradas; aunque sólo sea para que puedan ser defendidas ante los grandes poderes del Estado.