La confirmación de que Irán ha reducido su programa nuclear por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha activado la suspensión de las sanciones económicas sobre este país, clave en todo el mundo árabe. El aislamiento político y económico del régimen de Teherán, encabezado por Estados Unidos, se remonta a 1979 y complementado por resoluciones posteriores de las Naciones Unidas cuando se constató el interés por el armamento nuclear de los dirigentes islamistas; una estrategia que suponía una seria amenaza para la siempre delicada estabilidad en la zona y en especial para Israel.

Potencia económica. Irán, por su tamaño, población y recursos naturales es una auténtica potencia económica mundial. Sus enormes reservas de gas y petróleo podrán volver a ser comercializadas en los mercados internacionales, circunstancia que -aunque a medio plazo debido a los precios a la baja debido a los excedentes de producción- permitirá mejorar la calidad de vida de sus habitantes y normalizar sus relaciones con los países de su entorno y, en especial, con Occidente. Los efectos comerciales serán, con toda probabilidad, los más inmediatos de la retirada del embargo; pero no deberían ser los únicos.

Vender recelos y democracia. El régimen islamista de Irán ha sido señalado como uno de los promotores de la expansión del integrismo en Oriente Medio, incluso en su vertiente más sangrienta. Esta vinculación genera recelos en Occidente y sólo un cambio de actitud decidida por parte del presidente Hasán Rouhaní puede generar una dinámica diferente, levantar las sanciones económicas debe ser el punto de partida en el inicio de unas relaciones normalizadas hacia el exterior. Pero sigue pendiente el viraje de Irán hacia la democracia y el respeto a los más elementales derechos humanos, un camino que todavía se intuye demasiado largo para completar.