La designación del nuevo aspirante a la presidencia del Gobierno ha entrado en una fase de mayor confusión. Algunos de los barones del PSOE temen que Sánchez escore el partido demasiado a la izquierda con un pacto con Podemos. Pero el secretario general ha logrado que se le permita consultar a las bases el acuerdo que pueda llegar a alcanzar en un plebiscito no vinculante. Eso quiere decir que aunque reciba el encargo del Rey para ser investido, deberá superar un nebuloso laberinto de negociaciones con Podemos por un lado, de Ciudadanos por el otro, de cerca de 200.000 militantes llamados a las urnas y de una ratificación final por parte del Comité Federal. Todo este trasiego puede no bastar si el acuerdo es sólo con Podemos y no halla cierta anuencia de C’s o, por otro lado, el apoyo de algún grupo como el PNV.

Batalla interna socialista. Las pasadas elecciones han producido una correlación de fuerzas diabólica en el Congreso. Sánchez corre el riesgo de rebelión de algunos de sus barones. A ello se une la presión de la vieja guardia felipista para que se entienda con el PP, extremo del todo descartado por la actual cúpula socialista. El resultado es que o Sánchez logra salir investido presidente en las próximas semanas o el proceso congresual de primarias internas que se desarrollará en mayo, impuesto por algunos barones, le pasará implacablemente por encima y puede apartarle del liderazgo. Se encuentra en el filo de la navaja, ante un todo o nada.

¿Nuevas elecciones? Cuando Rajoy declinó la oferta del Rey, jugó con astucia. El mejor panorama para él eran unas nuevas elecciones. Sin embargo, el reciente escándalo de Valencia ha puesto al PP contra las cuerdas, con su imagen por los suelos. Ese factor da alas a Sánchez para intentar un dificilísimo acuerdo a tres bandas con Iglesias por un lado y Rivera por el otro. Es una posibilidad negada por sus propios actores. Pero es tan mefistofélica la situación que cualquier salida quimérica podría ser real en el último momento.