La derrota en el segundo intento de investidura como presidente del Gobierno por parte del socialista Pedro Sánchez abre un período político insólito en España, al menos desde 1978. Se abre, a partir de ahora, un plazo de dos meses en los que se tendrán que suceder los contactos para tratar de forzar nuevas alianzas, ampliando las actuales –del PSOE y Ciudadanos– o explorando nuevas fórmulas. Lo cierto es que desde ayer se inicia un tiempo nuevo, y diferente, que prolonga la interinidad del actual Gobierno conservador que preside Mariano Rajoy, una provisionalidad indeseable en todo caso para los intereses generales del país.

Críticas en Podemos. El rechazo a dar su apoyo a Sánchez por parte de Podemos, que sus dirigentes justifican por el acuerdo previo con Ciudadanos, ha generado la aparición de las primeras voces críticas con su líder, Pablo Iglesias, por parte de otros destacados militantes y responsables institucionales, como es el caso de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y del eurodipato y exfiscal Carlos Jiménez Villarejo. Ambos defienden un cambio en el Palacio de la Moncloa con el apoyo al socialista Pedro Sánchez, aunque sea como un mal menor frente a la continuidad de Rajoy y el PP en el poder.

Desgaste político. La actitud de Carmena y Jiménez sólo se puede interpretar como la expresión de un deseo por lograr la investidura de un candidato de izquierdas, en este caso Pedro Sánchez. En estos dos próximos meses se pondrá a prueba no sólo la capacidad de diálogo y altura de miras de los diferentes dirigentes políticos españoles, también la habilidad con la que se afronta esta situación desde la mismísima Jefatura del Estado para desencallar el colapso actual proponiendo un nuevo candidato para la investidura; incluso con una persona independente. Dejar que sean las urnas las que resuelvan la situación es, en estos momentos, la opción más arriesgada y que más incógnitas plantea.