El treinta aniversario de la aprobación de la Llei de Normalització Lingüística es invita a recordar la enorme trascendencia de esta herramienta legal para que el catalán, también idioma propio de Balears, adquiera el rango social que nunca debió perder. La perspectiva histórica da cuenta de los enormes avances que se han logrado durante estas tres décadas, pero que no pueden ocultar las amenazas constantes que se ciernen –en demasiadas ocasiones ocultando claros intereses políticos– sobre el legado recibido de nuestros ancestros desde que Balears se incorporó a la comunidad lingüística catalana y a la que ha realizado valiosas aportaciones; sin duda la más importante la de Ramon Llull y toda su obra.

Mantener el consenso. La Llei de Normalització Lingüística fue aprobada por el Parlament en 1986 con un amplio consenso político, un texto avanzado que propició un importante impulso a la asunción del catalán como lengua de Balears que pretendía, como mínimo, su equiparación con el castellano. Con el paso del tiempo, el objetivo común de todas las fuerzas políticas que suscribieron la ley ha sido desvirtuado con el tiempo por el propio PP, en especial durante la etapa de José Ramón Bauzá al frente del Govern. Las normas que se aprobaron en contra de ese espíritu han tenido que ser revocadas, queda pendiente que una cuestión tan trascendental y sensible vuelva a quedar fuera del debate partidista como lo fue durante la pasada legislatura.

Mucho por hacer. La complacencia es un peligro. Es mucho lo conseguido en estos treinta años, pero todavía lo es mucho más lo que queda por conseguir. El catalán sigue generando todavía reticencias en numerosos sectores económicos de Balears, su uso en la Administración está lejos de ser común y habitual, el castellano impera en la mayoría de los medios de comunicación escritos y audiovisuales, ... La normalización requiere un impulso institucional continuado hasta lograr la implicación de toda la sociedad.