El rey Felipe VI firmó el martes la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones, que se celebrarán el día 26 de junio. Tras las elecciones del 20 de diciembre los partidos políticos han sido incapaces de alcanzar un acuerdo para gobernar y, como consecuencia de ello, se repetirán las elecciones. Nada parece indicar que en los comicios del 26 de junio haya grandes cambios entre los principales partidos, si bien parece que está asegurada una mayor abstención, fruto del hartazgo del electorado por el espectáculo que ha dado la clase política desde las últimas elecciones.

La situación. Las encuestas pronostican una nueva victoria del PP, y una caída de Podemos, con posible subida de Ciudadanos. En estos nuevos comicios el reparto de escaños dependerá, seguramente, de la abstención. La Ley d’Hont castiga severamente a los partidos menos votados cuando la abstención es alta, y esto es precisamente lo que puede ocurrir en las próximas elecciones. Es normal que los votantes se sientan decepcionados por semanas y semanas de declaraciones inútiles, con mínios esfuerzos para alcanzar acuerdos de gobernabilidad. Ni a la derecha ni a la izquierda nadie ha renunciado a sus principios para alcanzar intentar un pacto.

El futuro. Pase lo que pase, ningún partido tiene excusa para no cerrar un pacto de gobierno, que dé una mínima estabilidad institucional a nuestro país. Unas terceras elecciones supondrían un fracaso estrepitoso de la clase política. Por ello, habrá que hacer renuncias, alcanzar los acuerdos de Estado que solicitaban algunos grandes líderes políticos, pero no se pueden repetir elecciones. En este contexto, el que parece que tendrá la postura más difícil es el socialista Pedro Sánchez, que podría ser obligado por su propio partido a abstenerse y permitir que Mariano Rajoy inicie una nueva legislatura, quizás más corta, pero que se acabe con una provisionalidad que no es buena para nadie, ni siquiera para los partidos que no pueden gobernar. Pase lo que pase tiene que surgir un nuevo gobierno.