Vivimos tiempos en los que las redes sociales cogen cada vez más fuerza. Las redes son un instrumento de comunicación, pero en ocasiones se pueden convertir en auténticas losas cuando no se utilizan correctamente. En el caso de los políticos, este mal uso llega a ser perverso. Tenemos casos en el Ayuntamiento de Madrid que comentarios despectivos en twitter han acabado en manos de la Fiscalía. En Eivissa, lamentablemente, también se han producido situaciones en las que los políticos, sobre todos los nuevos, no saben discernir hasta donde llega la libertad de expresión o la falta de respeto. Recordemos el caso de la vicepresidenta Viviana de Sans, que tuvo que pedir perdón por sus comentarios sobre la placa de fallecidos que se encuentra en la catedral de Vila.

Sant Antoni. El gobierno municipal de Sant Antoni merece un capítulo aparte sobre este mal uso de las redes sociales. Hace unas semanas los propios miembros del gobierno municipal se mofaban sobre la polémica generada por la prohibición de beber alcohol en el municipio, una polémica que comenzó por una mala información aportada desde Sant Antoni. En lugar del mea culpa, los ediles optaron por la mofa y los ataques a los medios. Inaceptable.

Línea editorial. Hace solo unos días, Pablo Valdés utilizó su perfil en facebook para atacar a este medio simplemente por decir que ahora no acepta las críticas cuando precisamente él era muy combativo cuando no gobernaba. Basta echar un vistazo a su perfil de facebook para confirmar que es así, que salta a la primera y no acepta de forma respetuosa las críticas que puedan hacerse. Pero lo incomprensible es que hable de la propiedad y la línea editorial de este diario. Basta que vaya al registro mercantil para saber quien es el propietario de este medio. Y sobre la línea editorial, tan respetable es cuando se le dedica una entrevista amable de dos páginas o cuando se le reprocha que no sepa aceptar críticas. Recurrir a la línea editorial de un medio es no respetar las reglas del juego. Nosotros nos debemos a la verdad y a nuestros lectores. Valdés, a los ciudadanos que le pagan el sueldo para gestionar dinero público. Esa es la gran diferencia.