En una sesión que debe considerarse histórica, el Parlament balear aprobó por unanimidad la ley que pone fin a la discriminación de gais, lesbianas, transexuales, bisexuales e intersexuales en todos los ámbitos sociales y administrativos. Tal conquista llega muchas décadas después de las primeras declaraciones de los derechos humanos y del reconocimiento de que todas las personas son iguales ante la ley. Pero ahora ha llegado la declaración antidiscriminatoria explícita para estos colectivos. Es un avance que llega tarde, demasiado tarde. Las humillaciones sufridas por estos colectivos desde tiempos inmemoriales no tienen nombre.

Represión sexual. La raíz histórica de la brutal discriminación de estos colectivos tiene su origen en el fanatismo, en las guerras de religión, que alcanzaron tal grado de dogmatismo durante siglos que incluso impusieron la represión a toda la población, fuese cual fuese su tendencia sexual. En los tiempos de la Santa Inquisición por el lado católico o del puritanismo exacerbado entre los protestantes, la represión sexual formó parte de un código de conducta impuesto al conjunto de las sociedades. Homosexuales, bisexuales y personas que actuaban de modo diferente porque sentían de modo diferente fueron perseguidos, vejados, humillados y en el mejor de los casos, en las etapas de mayor tolerancia, empujados a la clandestinidad.

Honor y memoria. Las actuales generaciones, ya libres de tabús, prejuicios y represiones por razón de la tendencia sexual, deben recordar el ejemplo de los que con valor y dignidad proclamaron en público su condición homosexual, rasgando así para siempre las cortinas de la opresión y del miedo. Honor a aquellos valientes gais, lesbianas o transexuales que se enfrentaron sin pestañear y sin bajar la cabeza a la intolerancia, al autoritarismo feroz y a la ignorancia. Y memoria imperecedera a los que hoy ya no están entre nosotros pero que abrieron en su momento las primeras brechas que luego se llenaron de libertad y de respeto.