Balears crece y sale lentamente de la crisis, pero lastrada. Es una de las comunidades donde más aumenta la tasa de riesgo de pobreza. No es casualidad. Las sociedades con base económica pujante y emprendedora pero que arrastran un sector público mal financiado, endeudado y en consecuencia poco activo, más tarde o más temprano generan disfunciones importantes que acaban por entorpecer el conjunto de su desarrollo al no poder conseguir el equilibrio que permita la integración de todos sus segmentos sociales.

Islas mal financiadas. Es un error pensar que basta con generar beneficios y crear trabajo para que una colectividad funcione. Las inversiones públicas son las que al fin y al cabo acaban por eliminar las bolsas de pobreza y el riesgo de marginación con acciones sociales e incidiendo donde más necesaria sea su intervención. Desde esta perspectiva, clama al cielo la pésima financiación del autogobierno balear, los centenares de millones que se van cada año a Madrid para no regresar jamás y el manido y falso tópico capitalino de que «en Baleares se vive muy bien». Eso no será cierto mientras no se logre articular una sociedad que permita la integración de los sectores más desfavorecidos.

Inmigración y superpoblación. Las Islas han experimentado un espectacular aumento de su población en los últimos veinte años. Ahora superan el millón cien mil habitantes, cuando hace un par de décadas no llegaban a los 900.000. Entre los llegados durante estos años, muchos no han logrado una conveniente adaptación, sobre todo tras la dura crisis iniciada en 2008. Y el problema puede ir agravándose si Madrid continúa cerrado a hacer justicia con una tierra solidaria como ninguna a la hora de pagar. El hecho de que Balears sea una comunidad relativamente pequeña y con poco peso afecta de forma importante cuando se hace imprescindible afrontar la tasa de riesgo de pobreza. Eso sólo se puede suplir con firmeza política unida al apoyo de las organizaciones de la sociedad civil. Hacer piña aleja la miseria.