El hecho de que Balears sea la comunidad con menos clase media de toda España junto con el País Vasco rompe el mito de un Archipiélago que goza de un excelente bienestar con grandes sectores intermedios que actúan de sostén del equilibrio social. Este estrato intermedio sigue siendo grande pero coexistiendo con segmentos muy necesitados y cada vez más amplios. La crisis de los últimos años les ha afectado de lleno y las rentas intermedias han ido decreciendo desde el año 2008. Tal situación produce numerosas consecuencias y hace mucho más comprensibles los vuelcos políticos de los últimos tiempos.

Aquella sociedad estable. El autogobierno balear nació y creció en los años ochenta en una sociedad estable, notablemente estamentada pero con una gran capacidad de creación de riqueza, donde un estilo político entre populista y conservador como era el cañellismo cosechó éxitos importantes. Todo cambió más tarde. El boom económico, con la construcción actuando de segunda locomotora tras el turismo, provocó un auténtico alud migratorio que no se detuvo hasta la crisis del 2008. Las consecuencias son palpables en la actualidad: las rentas intermedias siguen siendo muy importantes –abarcan el 54 % de la población– pero ya hay un 25 % de los habitantes que las tienen bajas y viven a las puertas de la más absoluta precariedad. Enfrente está el 20’6 % de personas que disfrutan de rentas altas.

Armonía social. Toda visión de futuro en una sociedad desarrollada pasa por el fortalecimiento de su clase media. Tal logro mitiga los bandazos políticos y fortalece el tejido productivo. Por contra, grandes bolsas de rentas bajas, en muchos casos en la frontera de la marginalidad, causan inestabilidad e incertidumbre. Balears será fuerte en tanto en cuanto lo sean sus rentas medias. Y será puntera siempre que estas rentas medias sean sólidas y no sujetas a vaivenes coyunturales. Así han avanzado las sociedades más fuertes del planeta.