La salida del Reino Unido de la Unión Europea genera graves incertidumbres para el futuro económico, político y social tanto de la propia sociedad británica como del resto de los 27 estados que siguen juntos en el proyecto común. Se abre, a partir de ahora, un proceso inédito en la UE con uno de sus principales socios. Los mercados dieron ayer, alarmados, los primeros avisos del clima que genera la nueva situación, que tendrá consecuencias directas en Balears. La primera víctima de este proceso es el premier conservador, que dimitirá en octubre. David Cameron alentó la consulta al tiempo que apostaba por la permanencia. El tiro le ha salido por la culata.

Situación interna y externa. Resulta paradójico que un referéndum tan relevante haya dado la victoria a las formaciones minoritarias que lo reclamaban. El europeísmo ha sucumbido ante el empuje populista, una cierta indolencia -«denme tres buenas razones para permanecer en la UE», pidió la reina Isabel hace unos días en una cena de gala- y la división interna en los partidos laborista y conservador. Es el triunfo de quienes ven en Bruselas la pérdida de su soberanía en materia económica y de inmigración, pero que muy pronto deberán hacer hacer suyos estos problemas desde el aislamiento. También deberán buscar soluciones para Escocia, Gibraltar e Irlanda del Norte, mayoritariamente contrarias al ‘Brexit’. Este ‘euroescepticismo’ tiene también nefastas consecuencias para el Viejo Continente: la ultraderecha francesa, alemana y austriaca ven un inmenso oceano de oportunidades. Tal vez por ello, desde las más altas instancias europeas han pedido al Gobierno de Londres que inicie la desconexión cuanto antes.

La incógnita de Balears. El empresariado balear ve con preocupación, a las pocas horas de conocerse la noticia, la deriva de Gran Bretaña, uno de mercados turísticos más importantes. El desconcierto también afecta a la numerosísima colonia de británicos residentes en las Islas: serán los primeros damnificados.