El presidente regional del PP balear, Miquel Vidal, ha cesado a su secretario general, Andrés Ferrer, en la que da la impresión que pretende ser una operación de renovación total de la estructura de la formación conservadora. El detonante ha sido, sin duda, la dimisión del presidente de la junta territorial de Palma, José María Rodríguez, que ha arrastrado al resto de la cúpula dirigente de la agrupación más poderosa y provocado una crisis sucesoria pendiente todavía de ser resuelta. En este contexto, Vidal plantea cambios sustanciales en la estructura interna que permitan iniciar una nueva etapa sin el lastre del pasado.

Cambio de rumbo. El cese de Ferrer –cuya hoja de servicios como secretario general sigue tan limpia como el primer día que llegó al cargo– es sólo el gesto más de una operación de más calado, el intento por romper con la tutela que todavía mantiene el expresidente José Ramón Bauzá por medio de sus antiguos hombres y mujeres de confianza. La deflagración que ha significado la salida precipitada de Rodríguez del PP de Palma alcanza a toda la sede regional, una toma de posiciones que requerirá acuerdos con las diferentes corrientes y sensibilidades que conviven entre la militancia del Partido Popular de las Islas. La decisión de Vidal, en este sentido, es arriesgada aunque necesaria.

El congreso como objetivo. El PP balear vive instalado en una situación de interinidad desde la abrupta salida de José Ramón Bauzá tras su fracaso electoral en los comicios autonómicos de 2015, circunstancia que sólo resolverá un congreso que está vinculado al calendario que fije la dirección estatal. El cómo se resuelva la crisis de Palma y las incorporaciones que determine Miquel Vidal para sustituir las vacantes marcarán la orientación que tomará el PP durante los próximos meses, incluso la proyección de futuro que pueden tener algunos de sus nuevos cargos orgánicos. Se abre, por tanto, una nueva etapa en el partido político más representativo de Balears.