A la mayoría de ibicencos no les sorprenderá que el nombre de la isla se una cada vez más a la palabra «excesos». Hay excesos en las carreteras, en el mar, en las playas, en los restaurantes. El lujo y el glamour tiene que convivir con muchos visitantes que creen que Ibiza es una isla donde está permitido todo. Es ya habitual ver motociclistas (normalmente de italianos) adelantar por la derecha, con el peligro que eso conlleva. Vimos no hace mucho una fotografía donde dos automovilistas pararon sus vehículos de lujo en plena carretera del aeropuerto para hacerse un selfie. Un auténtico disparate que, por desgracia, tiene mucha repercusión en las redes sociales y que deterioran la imagen de Eivissa.

Ir con cuidado. Ya son muchos los que dicen y repiten que Eivissa puede morir de éxito. Hoy por hoy la isla es el motor de la economía balear, sobre todo gracias a un sector turístico muy pujante. Es positivo que la economía crezca a un ritmo de un 4 por ciento porque ello implica que se está creando empleo, que al fin y al cabo es el objetivo principal del crecimiento económico. Eivissa, además, ha sabido aprovechar el tirón de la música electrónica y hoy en día la isla es el templo mundial de las personas que buscan discotecas para disfrutar de sus vacaciones. Las discotecas ibicencas están en el ‘top ten’ mundial y generan muchas decenas de millones de euros. Y hay que seguir aprovechando este tirón.

Los riesgos. No vamos a recurrir al tópico de que sobran turistas porque pensamos que no es cierto. Pero sí sería conveniente hacer controles más exhaustivos para, como dicen algunos, no morir de éxito. En la costa, por ejemplo, donde cada vez hay más propietarios de yates que navegan con escasa o nula prudencia. O en las carreteras, donde se ven muchos accidentes por culpa de los excesos de determinados automovilistas, nuevos ricos que se creen que en esta isla las normas de circulación no están para ser cumplidas. Lo sufren a diario los ibicencos que viven en esta tierra todo el año. Hay que explicar que en la isla hay lugar para divertirse, para disfrutar de la música electrónica, para disfrutar de las playas, pero sin excesos, que son un peligro real. Esperemos que las autoridades competentes sepan regular algunas situaciones que, por desgracia, no funcionan como deberían. O se hace algo o moriremos de éxito.