La recepción a los representantes institucionales y la sociedad civil balear por parte de los Reyes revestía este año una característica especial: la controvertida elección del presidente del Gobierno por las disensiones entre los partidos, incluido el fantasma de terceras elecciones. Pero por encima del panorama político convulso, don Felipe –acompañado por doña Letizia y doña Sofía– aportó ayer serenidad, abierta sonrisa y mucho afecto. Fue un claro mensaje de que la bóveda del Estado está por encima de las confrontaciones partidistas coyunturales y de que la sociedad y sus instituciones han de seguir adelante con confianza hasta que se conforme el nuevo Ejecutivo.

La cita. La presencia de la Familia Real en Mallorca va en paralelo al desarrollo democrático de España en las últimas décadas. La inició don Juan Carlos, que ya desde muy joven se sintió un mallorquín más, y la ha continuado Felipe VI. La actitud de la Corona hacia Mallorca y el resto de Balears ha sido siempre encomiable y ha ayudado a promocionar nuestra imagen turística. En justo reconocimiento, los dirigentes isleños han sabido estar a la altura, desde la presidenta balear, Francina Armengol, al alcalde de Palma, José Hila, y otros muchos cargos. También cabe destacar la presencia del presidente del Consell de Mallorca, Miquel Ensenyat, y de la presidenta del Parlament, Xelo Huertas, cuando sus formaciones –Més y Podemos– se han mostrado reticentes y contrarias a este tipo de eventos. Pero una vez más se ha impuesto el interés general de situar las instituciones por encima de los partidismos.

Un rey cercano. Pese a que sólo han transcurrido dos años desde su proclamación, Felipe VI se revela como un monarca cercano, sencillo en las formas y capaz de asumir sus altas responsabilidades con dignidad. Cada uno de sus gestos se adapta a los tiempos modernos. Lo demostró ayer en La Almudaina. También ofrece pruebas de su exquisito tacto como jefe de Estado para que pueda formarse un gobierno en España de la mejor manera posible.