Se ha vuelto a hablar mucho durante estas fiestas de la presencia de políticos en los actos religiosos. Por desgracia, no acaba de entender (o no quieren) los planteamientos que defienden la tradición y el respeto por encima de cualquier consideración personal. Nadie está diciéndole al alcalde de Vila, a la presidenta del Govern o a la consellera de Presidència que acudan a comulgar durante la misa de la Virgen de las Nieves o de Sant Ciriac. De lo que se trata es que, si quieren celebrar estas fiestas, que asuman la festividad en su totalidad y no parcialmente. Lo único que consigue Ruiz es que se hable más de sus plantones a los actos religiosos que de los propios actos, que se convierta, voluntaria o involuntariamente, en el protagonista de los actos festivos de las Festes de la Terra.

Estado aconfesional. Hay que centrar muy bien el debate. Los políticos representan a las instituciones, a todos los ciudadanos. Ruiz tiene la obligación de asistir a aquellos actos a los que es invitado como alcalde de Vila, sean de la Iglesia Católica o de otras religiones. Pero en el caso de la Iglesia Católica, se da la circunstancia de que la historia de la ciudad y de la isla está relacionada con el catolicismo. Es muy curioso ver a Ruiz honrar la figura de Guillem de Montgrí, que fue arzobispo de Tarragona, y no acudir a la misa en honor de Sant Ciriac. Si tiene alguna explicación, estaremos encantados de escucharla. Pero más curioso es que Ruiz se borre de aquellos actos religiosos que no le interesan. Porque no conviene olvidar lo risueño que se le vio el día del encendido de las luces navideñas o en la fiesta de los Reyes Magos. ¿No son fiestas de la tradición católicas la Navidad y la Festividad de los Reyes Magos? ¿No van en contra del ideario progresista que en estos días defendía Joan Ribas, teniente de alcalde de Vila, para justificar la postura de su alcalde? Estas dos varas de medir ante las tradiciones católicas son pura contradicción que no se pueden justificar de ninguna manera.

Desafortunado. Como decimos, no se pide que Ruiz u otros dirigentes de izquierdas profesen la religión católica. Lo que se defiende es que las ideas personales de un cargo que representa a una colectividad pasen a un segundo plano. De lo que se trata es de defender la tradición que tanto nos enorgullece. De lo que se trata, sobre todo, es de actuar con educación.