El secretario de Estado de Inmigración del Reino Unido, Robert Goodwill, anunció ayer en Londres la construcción de un muro de cuatro metros de altura y un kilómetro de longitud para impedir que los inmigrantes ilegales puedan subir a los camiones que cruzan el canal de la Mancha desde la localidad francesa de Calais. La medida es uno de los planes acordados por los gobiernos británico y francés para frenar el flujo migratorio en este punto fronterizo, zona en la que se acumulan miles de personas para intentar la entrada en Gran Bretaña y foco de numerosos incidentes, el último de ellos la semana pasada.

Las barreras físicas. El Gobierno conservador de Theresa May gastará alrededor de 2,3 millones de euros en este proyecto, que comenzará a ejecutarse a finales de este mismo mes de septiembre. La utilización de cemento resbaladizo será una de las medidas que se incorporarán al muro para dificultar que pueda ser escalado por los inmigrantes, según la información facilitada. Esta iniciativa es una prueba más de la incapacidad que tiene Europa para frenar los flujos migratorios procedentes de países del este europeo, norte de África y Oriente Medio. Razones económicas, políticas y los conflictos bélicos empujan a decenas de miles de personas a buscar un futuro en los países más prósperos de la Unión Europea. La situación está desbordando, desde hace años, a las instituciones continentales y a sus dirigentes, que no hallan otra solución que levantar muros y alambradas.

Soluciones. La actitud de los gobiernos británico y francés, en este caso, es una prueba de la impotencia –como también ocurre con España– para atajar el problema en la raíz, evitando se que ponga en marcha el fenómeno de la emigración ilegal. Es preciso un cambio radical de mentalidad, no sólo de los gobernantes sino también de las sociedades afectadas, y plantearse estrategias eficaces de cooperación internacional para resolver el problema.