Los datos de recuperación de la economía balear no pueden ser más halagüeños. El Producto Interior Bruto de las Islas creció un 4’2 % en el segundo trimestre de este año. Son cifras que ya nos resitúan en parámetros iguales o superiores a los eufóricos tiempos anteriores al desastre iniciado en 2008. El empuje del turismo está logrando consolidar los demás sectores del tejido productivo. Vuelve el optimismo; pero hay que ser realistas. Es preciso sedimentar la actual coyuntura con una acción pública inteligente. No se pueden repetir los errores del pasado. El crecimiento debe ser sostenible y sólido, no basado en burbujas que desaparecen de la misma manera como se elevaron de forma descontrolada.

Seguridad jurídica. En los último años se ha disparado el fenómeno del alquiler vacacional. El Govern hace un gran esfuerzo para regularlo, pero aún no ha sido posible su completa articulación. Es fundamental lograrlo. Si este subsector sigue flotando en el aire, estamos hablando de pan para hoy y hambre para mañana. Por otra parte, es necesario que las empresas no turísticas, vitales para la diversificación, sientan el aliento de las instituciones. Es cierto que el turismo las empuja; pero no es suficiente. Han de poder ser competitivas por sí mismas con independencia de que vengan más o menos visitantes. Los emprendedores necesitan la seguridad de una acción publica que acompañe la creatividad y la constancia.

Firmeza en la financiación. Es un contrasentido que mientras la sociedad civil avanza con coraje, sus instituciones de autogobierno y municipales están semiparalizadas por falta de recursos y deudas heredades. La inversión pública es fundamental para colocar raíles y acorazar las locomotoras privadas. No hay soluciones, por ejemplo, para el bulevar del Passeig Marítim de Palma o para Son Dureta. Por eso es clave plantar cara ante Madrid para obtener una financiación justa que permita acometer objetivos clave que den consistencia a todo el esfuerzo privado.