Comienza otra semana clave para el futuro político español, cada vez más confuso, enmarañado y crispado. Galicia y Euskadi celebran el domingo unas apretadas e indecisas elecciones autónomas. Todo esta paralizado hasta saber los resultados. Tras el rechazo a la investidura de Rajoy, no hay candidato ni nueva correlación de fuerzas que haya levantado el dedo. Este impasse ha convertido la dinámica de algunos partidos en ollas de presión y luchas intestinas. Es el caso de PSOE y Podemos. Mientras, el PP no sale de un escándalo para meterse en otro. Y los socialistas andaluces arrastran la pesada cadena del drama de los ERE.

Crecimientos y bajadas. Los partidos mirarán con lupa los resultados gallegos y vascos. En Galicia la claves está en si Feijoo es capaz de lograr la mayoría absoluta para el PP. Si es así, Rajoy obtendrá un balón de oxígeno para volver a presentarse. En Euskadi falta por saber qué apoyos necesitará en PNV para gobernar y si precisará de algún apoyo indirecto del PP que le permita negociar los votos de este partido en Madrid. Por su parte, si el PSOE obtiene malos resultados parece inevitable que barones y críticos socialistas se levantarán contra Sánchez y le forzarán a abstenerse en la nueva investidura de Rajoy. Eso sería el final del actual secretario general. Pero si el voto socialista resiste, Sánchez se verá legitimado para iniciar nuevos acuerdos, incluso con nacionalistas, para intentar llegar a la Moncloa, tal y como le piden los socialistas baleares.

Terceras elecciones. Nadie descarta volver a las urnas. Pero hay un hecho a tener muy presente. La gobernabilidad de España depende de las decisiones de la periferia mientras Madrid es un mar de incertidumbre. Rajoy no ha sido investido por diferentes motivos, pero uno clave es que casi tres de cada cuatro diputados catalanes le negaron su voto. Y ahora dos comunidades bilingües y de marcada personalidad como Galicia y Euskadi tienen la palabra. Esta vez no es Madrid quien reparte la baraja.