Sorpresa, indignación y rabia podrían ser los términos que definen los sentimientos de buena parte de la sociedad balear tras conocerse, como consecuencia de una investigación periodística del diario El País, el fraude que ha acompañado durante años a los supuestos tratamientos a los que se sometía Nadia Nerea, una niña mallorquina afectada de una rara enfermedad genética –la tricotiodistrofia–. Sus padres, Fernando Blanco y Margarita Garau, organizaron un sinfín de eventos para recaudar fondos para financiar una cura de la que no existen las mínimas referencias científicas. Ante el alud de críticas y la imposibilidad de justificar los gastos, el padre declaró ayer su disposición a devolver las aportaciones recibidas.

Estafa millonaria. Los progenitores de Nadia Nerea, a costa de la solidaridad, recaudaron –según admiten en la propia fundación que crearon– 1,5 millones de euros desde que comenzaron a publicitar la situación en la que se encontraba su hija. De este modo lograron la colaboración desinteresada de instituciones públicas y privadas, el acceso a medios de comunicación y el compromiso de muchos famosos. El fenomenal entramado, del que de momento parece hacerse cargo el padre de la menor, Fernando Blanco –que acumula un rosario de estafas en Balears y un ingreso en prisión hace años–, acabó promoviendo el apoyo de miles de ciudadanos que, conmovidos por el caso, no dudaron en hacer pequeñas aportaciones que al final reportaron pingües beneficios a la familia.

Denuncia inmediata. Muchos ciudadanos de las Islas han sido afectados por este fraude, que incluye una posible utilización perversa de Nadia Nerea bajo la responsabilidad directa de sus padres y que merece ser investigado. Todo ello requiere la inmediata intervención de las instituciones para evitar la impunidad de situaciones como esta. Hay que atajar comportamientos que acaban manchando con la desconfianza iniciativas muy necesitadas de la solidaridad ciudadana.