La disputa entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón ha marcado la actividad de las redes sociales en estas fiestas. Con la etiqueta #AsinoIñigo, el sector de Iglesias ha intentado desprestigiar la imagen de Iñigo Errejón y al final el tiro le ha salido por la culata y los responsables del partido han tenido que dar explicaciones a través de las redes. La imagen que está dando Podemos es lamentable y ha demostrado que son un partido político como el resto, con disputas por el poder y peleas en público. Nada nuevo bajo el sol. Es un partido de ordeno y mando, como se ha demostrado con la expulsión de Xelo Huertas por criticar los negocios privados de Alberto Jarabo.

Iglesias, el único. Pablo Iglesias no quiere que nadie le haga sombra en Podemos. O él o nadie. Si se le discute la estrategia intenta acaba con el contrario. Errejón intenta una estrategia moderada frente al radicalismo del sector de Iglesias y el líder de Podemos y sus seguidores inician una campaña en las redes. Si el portavoz de la Asamblea de Madrid es afín a Errejón, se le sustituye. Si el diputado por Balears Juan Yllanes muestra su afinidad con Errejón, Monedero le amenaza en el bar de las Cortes. No se acepta el debate en Podemos, pero en cambio se pide una sociedad más abierta, más plural y más transparente. El debate es bueno en la sociedad española, pero parece que no es tan positivo en Podemos. Iglesias no acepta que nadie le haga sombra.

El caso de Ibiza. Los ‘tics’ autoritarios de Podemos también se trasladan a Ibiza, donde la vicepresidenta primera, Viviana de Sans, se atreve en la copa de navidad del Consell a interrumpir al president Torres cuando felicitaba las fiestas a los periodistas. «A unos más que otros», dijo De Sans, que seguramente estaría más cómoda con una prensa más dócil, que no criticase el innecesario ‘Consell a la plaça’, donde familiares de altos cargos de Podemos tuvieron que hacer preguntas ante el desinterés casi general de los ciudadanos. O el inútil sucedáneo de consulta sobre la carretera de Santa Eulària. Por no hablar de su participación en programas sensacionalistas en los que se desprestigiaba la imagen de Ibiza. A De Sans, como a Iglesias, no les gusta la crítica. Una cosa es predicar y otra recibir, dicen. A ellos solo les gusta predicar en casa del prójimo. Pero no conviene que olviden que los ciudadanos suelen pagar estas contradicciones tan evidentes.