Produce perplejidad que el Govern balear se gastase el año pasado 15 millones de euros sólo para afrontar los intereses de demora en el pago a proveedores por parte del IB-Salut. Esta cantidad supone un tercio de la recaudación total de la ecotasa. Es todo un despropósito que demuestra que el IB-Salut padece importantes carencias en su sistema de gestión. Es más, se echa en falta un informe concienzudo de la Sindicatura de Comptes para aclarar la situación y que sirva de elemento de juicio para intentar evitar que la sanidad pública balear se convierta en un pozo sin fondo que puede llegar a atenazar al conjunto del autogobierno.

Culpas compartidas. Los males del IB-Salut no vienen de ahora ni de la presente legislatura. Se arrastran de muy lejos. Una parte de los intereses de demora son de ejercicios tan lejanos como el año 2011 y siguientes, en tiempos de Bauzá en la presidencia. Pero de nada sirve adjudicar más o menos responsabilidades a una parte o a la otra del espectro político. La sanidad pública balear entró en una dinámica de gastos desmedidos desde que Matas decidió e impulsó la construcción de Son Espases. Luego, la izquierda, desdiciéndose de sonoras protestas anteriores, procedió a su construcción e inauguración del macrohospital cuando Antich era el president. Tal enorme inversión, unida a la gestión privada de parte del servicio, tiene por fuerza que incidir en los problemas a la hora de poder afrontar los enormes pagos a proveedores.

Aclarar la nebulosa. La luz y la transparencia han de llegar al IB-Salut con todas sus consecuencias. Es preciso que sea auditado hasta su último recoveco. Lo que está en juego es de una trascendencia enorme. La sanidad pública es un pilar fundamental del Estado del bienestar. Pero hay más: el IB-Salut es también un banco de pruebas vital para poder comprobar si Balears es capaz de autogobernarse sin que la deuda agriete sus organismos.