Llueve sobre mojado. Este periódico publicó ayer varios comentarios jocosos de Pablo Valdés, concejal de Sant Antoni, sobre la Policía y la Guardia Civil. Conviene que se sepa que la información llegó a través precisamente de agentes de seguridad indignados ante los comentarios del concejal de Reinicia, que no entendían cómo podía expresarse en tales términos un alto cargo del Ayuntamiento. El domingo los pantallazos del perfil de Valdés eran objeto de todo tipo de comentarios entre agentes, sobre todo después del episodio de diciembre en el que el concejal de Sant Antoni tuvo que acudir hasta el cuartel de la Policía Local por sus bromas por la falta de uniformes.

Responsabilidad. A un cargo público se le presumen unos valores, pero por encima de todo respeto por los demás y una actuación responsable. Valdés olvida que ya no es aquel dirigente revolucionario al que le importaban muy poco los demás, y que faltaba el respeto (basta echar un vistazo a su perfil de Facebook) a todos los que no pensaban como él. Aunque algunos consideren que el perfil de Facebook entra en la esfera privada, en un cargo público la situación cambia. ¿Qué dirían los que ayer defendían a Valdés si un alcalde del PP se metiese con los ecologistas o con determinados colectivos que no le son afines en las redes sociales? Pues le criticarían. Como ya ocurrió en diciembre.

Preocupante. Parece que Valdés, tras sus disculpas a los policías locales, no puede controlarse. Se ha convertido en un antisistema que vive cómodamente en el sistema, pero lo más lamentable es el silencio de sus socios de gobierno. ¿Qué piensa el alcalde de las nuevas salidas de tono de su concejal? ¿Y qué dice el PI, un partido político que teóricamente tiene una postura moderada y centrada? Estos episodios, además, tapan la gestión que se pueda hacer. Hace unos días este periódico elogió los planes para peatonalizar Sant Antoni. Y hoy critica las salidas de tono de Valdés. Se llama libertad de opinión, aunque a algunos no les guste ni lo entiendan.