La salida de Ruth Mateu como titular de la Conselleria de Transparència, Cultura i Esports es un episodio más de la amplia crisis que sacude al Govern que preside Francina Armengol, que complica su situación en el Parlament tras el anuncio de que Més per Menorca –que cuenta con tres diputados– sale del Ejecutivo y se libera de sus compromisos políticos, aunque se mantiene dentro del Pacte. El cese forzado de Mateu, inevitable tras conocerse los contratos de su departamento con las empresas del exdirector de la campaña electoral –algunos de los cuales se ocultaron de manera deliberada– es sólo una consecuencia más de la crisis interna en Més, que en absoluto se puede dar por zanjada.

La ética de Més. La acumulación de contratos menores que ha obtenido el exjefe de la campaña de Més en las pasadas elecciones autonómicas, que ha sabido aprovechar la evidente descoordinación entre los diferentes departamentos que gestiona esta formación política, era una situación incompatible con el discurso mantenido por quienes han defendido la máxima exigencia en materia de transparencia; incluso postulándose como ejemplo ante sus adversarios. Aun sin profundizar en la legalidad de las adjudicaciones, no cabe duda de que al hacerse pública la dinámica generada por Més no había otra alternativa que la dimisión de Mateu, circunstancia que ha acabado arrastrando a Més per Menorca –su mentor en la Conselleria– fuera del Govern.

Las divergencias. Las razones de fondo sobre el caos político en que cual se encuentra sumido Més –en Mallorca y Menorca– hay que buscarlas en la diferente percepción que tienen las bases y sus dirigentes respecto a la gestión institucional que se realiza. Un ejemplo claro podría ser el del vicepresidente y conseller de Turisme, Biel Barceló –que también está siendo muy cuestionado–, a cuenta de la regulación del alquiler turístico. Los sectores más radicales de Més exigen contundencia para combatir este fenómeno, una reclamación efectista pero que puede debilitar de manera drástica su futuro peso electoral.