La que debía ser una comparecencia parlamentaria del vicepresidente y titular de Turisme, Biel Barceló, para informar de las contrataciones de su departamento con empresas del exjefe de campaña de Més, Jaume Garau, se convirtió en el escenario de las luchas intestinas del Pacte, en especial entre Podemos y los ecosoberanistas. Los representantes de ambas formaciones protagonizaron el miércoles un duro enfrentamiento con acusaciones cruzadas, las cuales pusieron de manifiesto la división que se ha instalado en el seno de los grupos que apoyan al Govern. La crisis institucional, a la vista de lo ocurrido, está lejos de darse por cerrada.

Los reproches. El rifirrafe sostenido entre Podemos y Més –en el que el portavoz de los primeros, Alberto Jarabo, pidió la dimisión del vicepresidente Barceló e insinuó la posibilidad de una financiación ilegal del partido con los trabajos contratados a Garau– derivó en una réplica contundente de David Abril que, en nombre de Més, exigió lealtad a los ‘podemitas’. La desconfianza mutua ya no se disimula, en un proceso en el que –y esto es lo más grave– el Govern en su conjunto es el más perjudicado. La tarea en esta cuestión es urgente para la presidenta Armengol si quiere evitar colapsar la gestión institucional hasta el final de la legislatura.

Asumir responsabilidades. Resulta obvio que las contrataciones a las empresas de Garau desde los departamentos gobernados por Més, que no han sido en su totalidad, requieren ser explicadas en todos sus extremos, asumiendo todas las consecuencias políticas. La irrupción de la Fiscalía recabando información de todos los encargos añade, todavía más si cabe, presión a la sucesión de acontecimientos. Cualquier imputación judicial puede tener efectos demoledores. No cabe duda de que el Pacte sale muy tocado de todo este episodio, en el que Podemos es incapaz de responsabilizarse de su papel y sigue queriendo jugar desde dentro y fuera de la oposición.