El propietario de una finca de 900 metros cuadrados en Sant Antoni alquila 110 camas por unos 400 euros cada una al mes en condiciones totalmente insalubres e inhumanas. El tema saltó el miércoles a la televisión nacional y este periódico también se hacía eco de la noticia, que ha dado la vuelta a España en pocas horas. El albergue pirata cuenta con habitaciones vigiladas con cámaras de seguridad, una cocina con varios fogones para que los inquilinos puedan hacerse la comida, así como una piscina. El propietario hace firmar a cada uno de los inquilinos un contrato regulado con la Ley de Arrendamientos Urbanos y, en caso de que decidan marcharse, son expulsados del inmueble y pierden la fianza.

Una prisión. Este periódico publica hoy el testimonio de uno de los residentes en este albergue pirata. Dice que se siente como en una prisión. No es para menos. Las habitaciones son minúsculas y disponen de muy pocos baños para tantos residentes. El propietario del inmueble puede llegar a ingresar más de 250.000 euros al acabar el verano. La situación es vergonzosa y es lamentable que hayamos de informar de un caso tan tercermundista como este. Sorprende, sin duda, la reacción tibia tanto del Ayuntamiento de Sant Antoni como del Consell d’Eivissa. El inquilino que ha decidido dar la cara no se explica, por ejemplo, cómo es posible que el Ayuntamiento permita el empadronamiento de tantas personas que residen en la misma casa. ¿No se controlan estas situaciones anómalas que se producen en el municipio portmanyí? Parece que no existe mucho interés en solventar la situación.

Soluciones. Este episodio ha vuelto a evidenciar la falta de soluciones por parte de la administración para poder regular el problema de la vivienda en Ibiza. Ni los inspectores turísticos parece que son efectivos ni la regulación actual solventa situaciones como las que se viven en Sant Antoni. ¿Y qué piensa hacer el Consell ante el episodio que viven los inquilinos del albergue pirata de Sant Antoni? Si hay que basarse en el comunicado de ayer, la institución insular prefiere quedarse de brazos cruzados. No es su competencia.