La incansable acción de los Mossos d’Esquadra ha conseguido abatir al autor material de la matanza de Barcelona. En una situación normal habría sensación de alivio y de anhelo por recobrar la paz y la armonía social. Pero en una Catalunya en pleno proceso soberanista todo indica que aún se vivirá mucha crispación. Prueba de ello es que a la reunión del pacto antiyihadista los partidos soberanistas catalanes han acudido (y no todos) en calidad de «observadores». La confrontación es grande y no se ve, de momento, la senda del entendimiento cuando las auténticas líneas rojas son ahora los regueros de sangre de las víctimas del fanatismo islamista.

Protestas contra el Rey.
La CUP, que tiene la llave de la gobernabilidad en la Generalitat y que empuja para que la hoja de ruta independentista se haga cada vez más intensa, ha embestido ahora contra el rey Felipe VI intentándolo ligar con el terrorismo por sus buenas relaciones con Arabia Saudita. Ha llegado a apuntar supuestos intereses económicos. La CUP ha amenazado con no ir a la manifestación unitaria del sábado si acude el Monarca, dejando boquiabierto al propio Puigdemont. Este es otro elemento que añade malestar incluso ahora, en que la célula de Ripoll parece destruida tras confirmarse la muerte del imán de la localidad en la explosión de Alcanar. Pero ni aún así puede intuirse voluntad de normalidad.

Catalunya, en portada.
Los atentados de Barcelona y Cambrils han situado a Catalunya en primera plana de la actualidad en todo el planeta. Un intento de acelerón del proceso independentista en septiembre podría tener ahora una repercusión mediática enorme, impensable antes de la masacre. Mientras, la CUP inyecta confrontación. La situación es delicada. Muchos cimientos están removidos y los soberanistas de la Generalitat de Catalunya están totalmente decididos a celebrar el referéndum soberanista el 1 de octubre. No hay vía intermedia.