La recuperación económica tiene una evidente asignatura pendiente: intentar dar trabajo a los mayores de 45 años, un colectivo que, en conjunto, corre el riesgo de convertirse en el gran marginado en la nueva coyuntura de ciclo económico alto que ya avanza con notable energía. Los datos son elocuentes, ya que uno de cada tres desocupados de larga duración tiene más de 45 años. Pese a que esta cifra ha descendido, lo indudable es que se trata mayoritariamente de personas con baja cualificación y que llevan demasiado tiempo fuera del mercado laboral, por lo que resulta muy compleja su adaptación, sobre todo en una realidad tan cambiante como la actual.

Incentivos y sensibilidad. Para paliar este problema, es necesaria una mayor implicación de las instituciones públicas. Es preciso potenciar los incentivos para que las empesas se animen a contratar personas de este segmento, sin mayores ventajas que las que tengan los jóvenes, pero tampoco sin que la edad sea una inconveniente para que sean contratados. En el fondo, se trata de un problema de sensibilidad. No es lógico marginar a personas a las que les quedan quince, veinte o incluso más años de vida laboral. Toda la sociedad sale perjudicada ante esta evidencia. Es aquí donde el poder político e institucional debe dar ejemplo de sensibiliad, tacto y sentido social de su tarea.

Formación. Otro de los aspectos esenciales es el formativo. Es necesario poner al día a estas personas, que tienen mucho que aportar a la sociedad en los ámbitos donde sepan desarrollar bien su trabajo. Aunque son muy necesarias las ayudas a estos colectivos para que puedan subsistir, no hay que caer en la trampa de la sopa boba. Es preciso articular todos los resortes que permitan que el mayor número de ellos pasen a reforzar el tejido productivo. Tal objetivo repercutirá en beneficio de todos y será la mejor forma de dejar atrás la crisis para que todos los que la han padecido puedan volver a levantar la cabeza.