La irrupción de las grandes plataformas internacionales del sector del taxi, Uber y Cabify, generó una jornada ayer de protesta del sector del taxi en toda España; un paro que también secundaron los profesionales de Balears durante unas horas. Sin embargo, la expansión de esta modalidad de transporte es irrefrenable, tal y como se admite desde el propio Govern, cuyos responsables tienen la compleja tarea de fijar las nuevas normas. Los precios más competitivos en trayectos largos y la mejores prestaciones de esas plataformas –cuya implantación en las Islas está prevista para el próximo año– ponen en una situación comprometida el modelo tradicional del taxi.

Una fórmula de éxito
Uber y Cabify generalizan la oferta del alquiler de vehículos con conductor, con precios cerrados de antemano y que deben ser contratados previamente y no pueden hacer la competencia a los taxis buscando clientes en las calles. Los esfuerzos de las patronales del sector del taxi por neutralizar el impacto de las nuevas plataformas están resultando estériles. Los tribunales no estiman ninguna razón legal para prohibir su autorización si cumplen la normativa vigente. Ante ello a los taxistas no les queda otra opción que responder con la misma estrategia, compitiendo en calidad, precios y servicios.

El cliente como prioridad
No es sencillo el papel del Govern, que deberá resolver las peticiones de licencias, 900 en total. El Ejecutivo es consciente de que mantener un mercado cautivo ya es una quimera y los usuarios buscan alternativas que cubran sus necesidades, una dinámica en la que los empresarios del taxi –muchos de ellos individuales o familiares– tienen mucho margen de mejora. Por otra parte, el Govern debe garantizar que la entrada en servicio de estas nuevas licencias se haga con todas las garantías legales, y que no signifique un agravio comparativo para los profesionales del taxi. Sería injusto primar una u otra fórmula; la decisión es del cliente.