Las previsiones económicas del Govern para el próximo año, con un incremento del Producto Interior Bruto (PIB) del 3,5 por ciento, confirman la evolución positiva que se mantiene desde 2013. Sin embargo, y este es quizá el aspecto más novedoso, es que la salida de la crisis no ha alcanzado el bolsillo de los ciudadanos hasta cuatro años después del fin de la crisis. En muchas ocasiones se ha advertido que los indicadores de los últimos años evidenciaban una tendencia, pero que las familias apenas participaban de la salida de la durísima recesión. El propio titular de la Conselleria de Treball, Iago Negueruela, admitía que los ciudadanos estaban recuperando capacidad adquisitiva gracias a una recuperación, todavía tibia, de los salarios.

Una economía perceptible.
Los buenos resultados de este 2017 se están trasladando a la calle tras años en los que el tejido empresarial ha tratado de resolver las consecuencias de la crisis, una de las más largas y profundas de las últimas décadas. La reactivación de las inversiones, junto con la excepcional campaña turística, ha logrado impregnar a la masa laboral con más contrataciones y una mejora retributiva. El impacto de los ingresos familiares se ha traducido, casi de inmediato, en mayor capacidad de gasto; la rueda que sostiene el esquema del libre mercado vuelve a girar. Este nuevo clima es palpable en la calle, donde el comercio de todo tipo está teniendo una afluencia como hacía años que no conocía.

Consolidar el avance.
Hay que celebrar el nuevo escenario económico que vive Balears, cuyo efecto social es innegable. Sin embargo es necesario recordar las consecuencias negativas que han tenido en el pasado los períodos de euforia consumista, de osadía –empresarial y familiar– financiera que generan burbujas de estallido devastador. Es preciso aprender de la experiencia que evitar que se vuelvan a cometer los mismos errores; hay que afianzar el haber dejado atrás la crisis.