Desde el referéndum ilegal del 1 de octubre algunos políticos y partidos catalanes han ido difundiendo, con la inestimable ayuda de TV3, una serie de mensajes sobre una situación en Cataluña muy alejada de la realidad. Hablan, sobre todo, de represión política, de falta de democracia, cuando el pasado 21 de diciembre los catalanes, de nuevo, tuvieron la oportunidad de acudir a las urnas para elegir a sus representantes en la Cámara autonómica. También se refieren a Puigdemont como un exiliado cuando, en realidad, el expresidente catalán viajó a Bruselas para no afrontar sus responsabilidades penales como sí hicieron Junqueras u otros consellers.

La falsa represión.

Pero uno de los mantras que se han repetido en estas semanas es que en Cataluña ha habido represión política desde que tuvo que aplicarse el artículo 155 de la Constitución. Defender este argumento es, además de faltar a la verdad, tenerle muy poco respeto a los países donde sí existe represión y cuyas condiciones democráticas dejan mucho que desear. ¿Se puede considerar una represión política donde han podido presentarse a las elecciones los mismos partidos que promovieron la declaración de independencia? ¿No es un buen síntoma democrático que los políticos encarcelados puedan incluso presentarse a las elecciones y encabezar listas? ¿No es una paradoja que los partidos que denuncian represión estén en condiciones de volver a gobernar en Cataluña? Los argumentos se desmontan por sí solos.

Más responsabilidad.

Es cierto que en este nuevo escenario político sería imprescindible un mayor protagonismo de Mariano Rajoy, que se ha dado cuenta de que la aplicación del artículo 155 no ha provocado ningún cambio político en Cataluña, pero también es cierto que los partidos políticos independentistas deberían cambiar de discurso político. Hablar de represión, de exiliados o de falta de democracia es, además de una falacia, un insulto para muchos ciudadanos que vivieron y padecieron la dictadura franquista. Y lo más penoso es que hay políticos ibicencos (pocos) que compran estos mensajes demagógicos y falaces.